martes, 1 de marzo de 2011

EL TÉ A LAS CINCO CON UNA CAZADORA DE NAZIS

por Marion Kaufmann


Fui a verla en su pequeño departamento en Paris, hace muchos años. Había oído mucho de ella, la “cazadora de nazis”, que en 1977 descubrió que en Bolivia vivía tranquilamente el muy buscado criminal de guerra Klaus Barbie – bajo el nombre de Klaus Altmann - quien por haber secuestrado y matado a miles de judíos franceses había merecido el apodo “el carnicero de Lyon”.





Luce un conjunto beige y una blusa blanca con la discreta elegancia de las francesas, ese chic que proclama que “menos es más”; el pelo corto, rubio tirando a pelirrojo, cuidadosamente peinado. No le descubro joyas, solo la alianza y un sencillo reloj. Es como uno se imagina a una típica mujer de Paris.
Pero no. Es alemana. Nació como Beate Künzel en Berlin, en 1939. Estudió en una escuela comercial, trabajó en una oficina, y cuando tenía 16 años dejó el empleo para ir a Paris como au pair, es decir, para aprender francés y trabajar de niñera.

Estamos en el comedor, que es también estudio, biblioteca y oficina. Sentada en un sofá de cuero marrón, ante una mesita cubierta de papeles, carpetas y legajos, me cuenta lo que había sucedido para que su vida haya tomado un rumbo totalmente impensado. Hablamos en alemán, que en ella ya estaba teñido de un leve acento francés.

-Unos meses después de llegar a Paris, cuando estaba esperando el tren del Métro, un muchacho me preguntó si era inglesa. Fue por mi pelo rojizo y piel muy blanca. Empezamos a charlar y cuando nos despedimos, le di mi número de teléfono. Tres días después, me llamó. Nos encontramos en un parque. Ahí, sentados en un banco me dijo que se llamaba Serge Klarsfeld, y que era judío. Y que su padre, un emigrante rumano, soldado en la Segunda Guerra Mundial, que luego se había unido a la Résístance durante la ocupación alemana, fue detenido y mandado a Auschwitz donde murió. Eso me sorprendió y me conmovió, pero también me produjo cierto recelo. Nunca había hablado con un judío.

En Berlín nadie decía cosas buenas de ellos. Mi familia era protestante; mis padres no estaban ni a favor ni en contra del nazismo. Votaron por Hitler “porque todos los hacían”... Eran esas personas cuya actitud pasiva había hecho posible que un Hitler llegara al poder. Confieso que cuando conocí a Serge, primero pensé “para qué complicarme la vida”, pero había algo muy intenso, cálido en la mirada de Serge, que me encantó. Y que me sigue encantando hasta el día de hoy.

Serge Klarsfeld, un estudiante de historia y ciencias políticas, le abrió las puertas a un mundo totalmente nuevo, el mundo del arte, de las ideas, de la historia. También le hizo conocer la historia de su propio país, y sólo entonces Beate se encontró con la terrible realidad del nacionalsocialismo. Y cuando Serge le habló de Hans Scholl y su hermana Sophie, que fueron decapitados en Munich en 1943 por haber distribuido folletos anti-nazis, Beate decidió que tenía que hacer algo.



La bofetada histórica
- Nos casamos en 1963- dice Beate, mientras sirve el té en unas preciosas tazas, que seguramente eran de alguna abuela alemana. En aquellos años la pareja integraba un grupo de jóvenes que investigaba el pasado nazi del canciller Kurt-Georg Kiesinger, exjefe de propaganda. Ella prometió que le daría una bofetada al canciller, delante del público, para que todos supieran quién era en realidad. Y cumplió la promesa.

¿Cómo lo hizo?

- Fue durante un mitín de la Unión Cristiana Democrática, en Berlín, en 1968. Me hice pasar por una coleccionista de autógrafos, me metí por entre el público y los agentes de seguridad, me acerqué a él y le di una fuerte bofetada, gritando que debía renunciar por ser nazi. - Beate fue arrestada, sentenciada a un año de prisión, que luego fue reducido a cuatro meses. Cuando Kiesinger fue reemplazado por Willy Brandt, fue amnistiada. Para el gobierno fue un bochorno; en cambio en Europa Oriental Beate fue celebrada como antifascista y en el Congreso Mundial de Paz, dominado por los comunistas, le otorgaron una medalla. Pero el aprecio de los comunistas no duró mucho tiempo: en 1970 se hizo encadenar a un árbol en una calle de Varsovia, donde distribuyó panfletos contra el gobierno por su antisemitismo. La policía acudió con sierras, soltó las cadenas y la echó del país. El año siguiente fue expulsada de Praga, donde había protestado por el mismo motivo.

Cuando Beate salió por unos momentos para buscar más agua para el té, miré alrededor. No solamente en la mesa, también en el piso y sobre los muebles se amontonaban carpetas, papeles y pilas de archivos. Su marido, Serge, después de recibirse de abogado, había renunciado a una brillante carrera en el ámbito industrial, para participar y ayudar a Beate en su cruzada.

En 1970 los Klarsfeld denunciaron a Ernst Achenbach, quien durante la ocupación alemana estaba a cargo de “asuntos judíos“ en la embajada de su país. Lo iban a nombrar ministro de la Unión Europea en Bruselas, pero por las denuncias de Beate el nombramiento fue cancelado. En 1974, Beate, Serge y unos amigos trataron de secuestrar a Kurt Lischka, un exjefe de la Gestapo en Paris, cuando lo vieron caminando por las calles de la ciudad alemana de Colonia. Lischka hizo transportar unos 55.000 judíos a los campos de exterminio. No lo pudieron apresar, pero poco después fue detenido y condenado a diez años de prisión. (En Francia había sido condenado – in absentia - a trabajos forzados por vida. ) También estuvo en Damasco y en Moscu, defendiendo los derechos de los judíos.
Beate Klarsfeld vino varias veces a la Argentina, la primera vez en 1977 para expresar su solidaridad con las víctimas de la dictadura militar y denunciar actos antisemitas, y más tarde para lograr la extradición del capitán nazi Schwammberger, refugiado en el país.

- En Asunción me expulsaron - cuenta como si fuera algo de todos los días - por haber acusado al presidente paraguayo, general Alfredo Stroessner, de mentiroso y encubridor del criminal de guerra Josef Mengele. A pesar de que un exsoldado alemán radicado en Paraguay había asegurado que Mengele había muerto ahogado en una playa de Brasil, yo estaba convencida de que el “ángel de la muerte” estaba aún en Paraguay y que lo estaban protegiendo.

En 1974 y 1975 Beate estuvo en Damasco, El Cairo y Beirut, para apoyar a Israel.

Como madre, no pude dejar de preguntarle cómo hizo para llevar a cabo esa cacería de jerarcas nazis, recorrer el mundo y, al mismo tiempo, criar a dos hijos.

- Tuve la suerte de que la madre de Serge vivía con nosotros; nos ayudó mucho – contesta, sonriendo.

Buscando a Barbie – la hazaña más importante de Beate

Klaus Barbie, un exjefe de la Gestapo en Paris, acusado y condenado a muerte in absentia por haber sido responsable de la muerte de miles de franceses, pudo escapar a Bolivia, donde no había ley de repatriación. Beate Klarsfeld viajó a Bolivia, sabiendo que el criminal vivía allí bajo el nombre de Klaus Altmann, pero su pedido de repatriación fue denegado por el gobierno del general Hugo Banzer, ya que Barbie-Altmann había obtenido la ciudadanía boliviana. Beate volvió a Alemania, juntó más material, más testimonios y cuando pudo demostrar que el criminal había mentido, al solicitar la ciudadanía bajo nombre falso, lo extraditaron. Fue llevado a Alemania, y de allí a Francia, ya que existía un convenio entre ambos países. En 1987 fue condenado a prisión perpetua. (Cuatro años después murió en prisión, de cáncer).

Han pasado muchos años desde esa tarde en Paris...

Por la prensa sigo las noticias que a veces aparecen sobre Beate Klarsfeld. Sus hijos son adultos – abogados los dos - ella es abuela. A pesar de las amenazas que han recibido, incluso una bomba, los Klarsfeld han llevado una vida familiar como muchas otras parejas. En 1972 publicó su autobiografía, en francés, que luego fue traducido al inglés bajo el título “Wherever they might be”. En 1988 los norteamericanos filmaron la película “the Beate Klarsfeld Story”, con Farrah Fawcett en el papel de Beate. Fue propuesta para el Premio Nobel de la Paz; ha recibido premios y distinciones de muchas personalidades e instituciones. “Tiene coraje, convicción, amor al prójimo, dignidad” así la describió Gold Meir. En la misma ciudad donde en 1960 llegó como chica au pair, el presidente Mitterand la recibió en la Legión de Honor 24 años más tarde. Los israelíes le otorgaron la Medalla del Coraje que solían dar a los combatientes de guetos. En su patria nunca fue muy querida, decían que le gustaba armar escándalos, que era exhibicionista, una psicópata. Después de la famosa “bofetada” alguien la describió como “una mujer insatisfecha”. Únicamente el escritor alemán Heinrich Böll le mandó un ramo de rosas cuando fue condenada a un año de prisión, porque le hacía recordar a su madre, que era “inteligente, ingenua, temperamental, con instinto y sentido de humor y quien me animó a odiar a los malditos nazis, especialmente los de la elegante burguesía”.

¿Y el resultado de sus campañas? Georg Kiesinger no perdió las elecciones por la famosa bofetada, pero su buen nombre quedó dañado. Ernst Aschenbach no vio cumplido su deseo de ser el representante de la Unión Europea en Bruselas; Lischka fue a prisión. Barbie fue encontrado y llevado a juicio...

- Muchas veces me preguntan por qué no me he convertido al judaísmo – dice Beate Klarsfeld cuando estoy por despedirme - y siempre contesto que si fuera judía, mis acciones podrían estar motivadas por la venganza. Siendo alemana y protestante, me siento más fuerte.

Qué extraña entrevista, pensaba, una vez en la calle. Dos alemanas, una, protestante, que vive en Francia y persigue criminales nazis que han matado judíos. La otra, judía, que vive en la Argentina, donde se había refugiado escapando de los nazis...





MARION KAUFMANN (Alemania, 1926.) Vive y trabaja en Buenos Aires. Periodista y traductora. Como periodista es colaboradora permanente en el Argentinisches Tageblatt (diario argentino en idioma alemán.) Asimismo colabora (en castellano) en algunos medios locales. Como traductora ha vertido al alemán varios tomos de narraciones de autores latinoamericanos, para la editorial DTV de Munich.

1 comentario:

  1. Esta crónica es muy bella, lo mejor de la narración es poder entender el sufrimiento y ponerse en la piel de quienes han sido perseguidos, y aún en nuestra época, por quienes creen tener el poder con sólo mover un dedo o pronunciar palabras persuasivas, enhorabuena felicitaciones y saludos a la periodista que escribi{o esta historia...

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