martes, 25 de octubre de 2011

VIVIR Y MORIR EN CARACAS: LA MORGUE DE LA CIUDAD MÁS VIOLENTA DE AMÉRICA LATINA

Por Natalia Ramos Miranda
Con 14.000 asesinatos en 2010, Venezuela tiene la tasa de criminalidad más alta de América Latina. La mayoría ocurrió en su capital, Caracas, donde cada fin de semana la crónica roja reporta medio centenar de muertes violentas según los cuerpos que ingresan en la morgue.




El olor se escapa por las ventanas de la morgue de Caracas. Una combinación de químicos y de cadáveres se mete por la nariz hasta que un momento después lo único que queda es un dolor punzante desde las fosas nasales hasta el cráneo.
Thais y Alex están sentados afuera. Es temprano por la mañana y esperan el último documento de la burocracia mortuoria. Hablan por teléfono, se ponen de pie, se sientan; ríen o lloran con la misma calma despreocupada como si estuvieran haciendo algo que ya esperaban.
- Qué pongo acá - pregunta Thais.
- H X A F - deletrea Alex. - Herida por arma de fuego.
Alex enciende un cigarrillo y también conversa con otras mujeres.
Thais tiene 25 años y el cuerpo enjuto. El pelo largo, opaco, lacio y la piel sin brillo de una mujer mucho mayor. Alex tiene 37, los dientes amarillos y una barba rubia de tres días y ambos son hermanos de un hombre que fue asesinado con 20 balazos en el cuerpo.
"Reconozco e identifico plenamente el cadáver número 215 - 08, quien en vida respondía al nombre de Richard José Reyes Gómez, de 31 años de edad, estado civil soltero, de profesión obrero, con fecha de nacimiento 28/12/79 y sexto grado de instrucción. Falleció el 11/8/11 a las 12:15 horas a consecuencia de: H X A F".
Sentados en un muro bajo delante de la puerta principal de la morgue, los hermanos completan el formulario oficial antes de poder retirar el cuerpo y velarlo en una funeraria en el centro de la ciudad.
La morgue de Caracas está en las colinas de Bellomonte. Es un edificio blanco de baja altura rodeado de árboles y vehículos: motos, autos, carrozas fúnebres, camiones para recoger a los muertos. Y también hay mucha gente: periodistas que buscan nuevas noticias sobre los sucesos de siempre, deudos que lloran a otros muertos y agentes de las funerarias que buscan clientes.
Jesús Arvedo trabaja en una funeraria y está todos los días ahí.
- Empecé hace 19 años. Tengo 44. De viernes a lunes esto es un festival de tiroteados y ahora está muy duro, aunque ésta siempre ha sido una ciudad violenta. No te voy a decir que uno se acostumbra a la muerte, sería mentira, porque cuando la muerte llega de cerca uno nunca está preparado.
Los periodistas de crónica rodean a Thais para hacerle preguntas.
- Mis hermanas escucharon los balazos, salieron a mirar y mi cuñada gritó '¡Jose, Jose!'. Lo taparon con un trapo y lo llevaron al hospital. Yo llegué cuando ya estaba muerto. Dice la gente que le disparó un sólo hombre.
- ¿Tenía problemas con alguien?
- No
- ¿Le robaron algo?
- Nada
- ¿Le diría algo a las autoridades, espera algo de ellas?
- Qué voy a esperar, no espero nada.




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En Venezuela hubo 14.000 asesinatos en 2010 según cifras del gobierno de Hugo Chávez, una tasa de 48 homicidios por cada 100.000 habitantes, la más alta de América y muy por encima de la media mundial de 9 asesinatos por cada 100.000 personas.
La mayoría de los homicidios ocurrió en Caracas, donde cada fin de semana la crónica roja registra medio centenar de asesinatos contando los cuerpos que ingresan a la morgue. El conteo de los reporteros o las encuestas de las ONG’s vinculadas al tema son los pocos mecanismos que existen para elaborar estas estadísticas ante la falta de regularidad con que el gobierno entrega las cifras sobre violencia.
Emplazada en un valle a poco menos de mil metros de altura sobre el nivel del mar, la capital venezolana está rodeada de cerros y de una vegetación exageradamente verde donde alberga a unos cinco millones de habitantes.
En Caracas todo tiene la violencia de una tormenta de verano: el tráfico que satura las calles y autopistas, la basura desparramada que nadie recogió, los cercos eléctricos de los edificios elegantes, los gritos de los caribeños, los implantes de silicona que desbordan los escotes, los vidrios ahumados de los carros, el color del crepúsculo.
La ciudad despierta temprano como todos los lugares de tierra caliente pero se funde apenas cae el sol en un sopor oscuro y silencioso que encierra a la gente en sus casas, un encierro que no ocurre sólo en las zonas más ricas sino también en las favelas o “barrios” que se extienden por los cerros.
De noche, la ciudad de los techos rojos parece un pueblo de una provincia lejana. No hay personas en la calle, las terrazas al aire libre bajan el telón poco después de las nueve de la noche y no hay viejitos sentados tomando el aire fresco.
Desde que los últimos años han aumentado los secuestros no se camina solo por la calle ni se coge libremente alguno de los miles de taxis informales que recorren las calles oscuras. La primera recomendación que recibe un recién llegado a Caracas es que sólo confíe en taxis oficiales.
Tampoco se puede enseñar el teléfono, el gran objeto de deseo de los venezolanos que ha elevado la cifra nacional de robo de celulares a más de 117.000 por mes. La prensa, constantemente, reporta los asesinatos de ciudadanos que se negaron a entregar el teléfono a sus atracadores.
- La vida diaria es horrible, no se puede salir a ninguna parte. Si uno sale y hay tiroteos hay que correr a esconderse en alguna casa. Yo no salgo de noche.
Thais vive con su marido y sus dos hijos de uno y siete años en Petare, la barriada más grande de Caracas ubicada en el este de la ciudad. Trabaja desde hace años como vendedora en una panadería y el día del asesinato de su hermano, y también al siguiente, pidió permiso para faltar.
- Era un hombre común y corriente, como todo el mundo. Pero yo, decir qué fue lo que pasó, no puedo, porque no sé -, dice Alex y enciende otro cigarrillo.
El sábado 13 de agosto la prensa informó sobre el asesinato de Richard Reyes.
“Petare al rojo vivo”, tituló Las Últimas Noticias; “Mataron de 20 tiros a Richard Reyes Gómez, de 31 años de edad, cuando llegaba a un local para jugar una apuesta de béisbol”, escribió El Nacional.
Ese mismo fin de semana la prensa informó la muerte de un joven de 21 años que cayó en el otro extremo de Caracas abatido en el fuego cruzado entre bandas rivales.




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En la funeraria La Virginia dicen que trabajan sin descanso. Es un edificio de dos plantas en la urbanización de Los Chaguaramos, una zona de clase media con casas de familia y comercios.
En una de las dos salas para velorios hay apenas un trío de mujeres llorando a un muerto. En la terraza vacía, un par de plantas y tres papeles pegados a la pared: uno con la nueva prohibición oficial de fumar en sitios públicos y otro con las reglas de la casa.
"Por favor, sabremos agradecer el buen comportamiento para así poder atenderle. No consumir licor dentro de la funeraria. Gracias".
La Virginia, muy cerca de la morgue de Caracas, es una de las pocas compañías fúnebres que sigue recibiendo a los muertos de la violencia, a las víctimas o a los victimarios. San Pedro, donde será velado Richard Reyes, es otra.
- No queremos problemas entre bandas -, dice el guardia de seguridad de una funeraria muy grande y pulcra en la Plaza Venezuela. - Hace cinco años aceptábamos, pero ya no. Roban, asaltan, se emborrachan y lanzan tiros al aire, matan. No queremos nada de eso.
En el mundo del hampa venezolano una persona puede ser asesinada por tener la “culebra”, un pleito entre individuos o bandas rivales que no se acaba con la muerte y se traspasa a familiares o amigos para seguir alimentando la cadena de la venganza.
El tercer papel pegado a la pared de La Virginia es fotocopia de una hoja del periódico Las Últimas Noticias del 6 de julio de 2008: "Funerarias no quieren nadita con velorios de tiroteados".
De noche, los árboles frondosos de Los Chaguaramos oscurecen aún más las calles despobladas.




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- Qué le voy a pedir a las autoridades, si sólo Dios puede hacer justicia. Él salió de la casa a las doce del día, llegó un hombre y le disparó. A las autoridades no les hago ningún llamado porque no hacen nada. La policía no hace nada porque no les interesa.
- ¿Los vecinos vieron quién lo mató?
- Sí saben, pero nadie va a decir nada. Si alguien vio, no va a decir nada.
Thais cuenta que antes de ser asesinado, su hermano siempre iba a visitarla.
- Él tenía una vida tranquila -, insiste Thais.
Su hermano vivía cerca de ella, en una casa de Petare con su pareja, sus tres hijos y su madre.




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El Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV), que se dedica desde hace años a recopilar estadísticas y a estudiar este tema, está cerca de la morgue y de la funeraria.
La causa principal de la violencia, según esta ONG, es la impunidad en la que caen los delitos, en torno a 90%, y también el discurso político que la legitima cuando, por ejemplo, crea grupos de milicianos armados.
En 1998, el año en que Chávez ganó por primera vez las elecciones presidenciales, hubo 118 detenciones por cada cien homicidios mientras que en 2010 sólo se registró una tasa de nueve detenciones, comenta el sociólogo Roberto Briceño, director del OVV.
- En Venezuela no sólo ha aumentado el delito, sino también su componente violento: el uso del arma, el golpe, la fuerza, los secuestros, la muerte -, dice Briceño, apuntando que para 2011 el Observatorio proyecta 19.000 homicidios.
El mismo Hugo Chávez ha reconocido que la inseguridad y la violencia son algunos de los problemas más duros de Venezuela. El presidente, que libra su propia guerra contra el cáncer, quiere ser reelecto el 2012 y la inseguridad, junto a una enorme campaña de construcción de viviendas, se habían convertido en sus caballos de batalla para esta campaña.
- Este es un tema de los que más preocupa al país hoy y hay razones para que sea así, porque se ha ido convirtiendo en un flagelo -, reconoció Chávez hace más de un año cuando se reunió con aspirantes a la Policía Nacional Bolivariana (PNB), un nuevo cuerpo policial que inició sus operaciones en el oeste de Caracas, una zona muy popular donde ahora las autoridades aseguran que ha bajado la criminalidad.
La renovación de la policía es uno de los ejes del gobierno para combatir los crímenes y los analistas reconocen que la creación de la PNB es un buen esfuerzo, aunque todavía actúa en zonas muy acotadas y no en todo el país, lo que sigue atentando contra la coordinación de los cuerpos policiales, que dependen de los municipios y los estados.
Además, según cifras del propio gobierno, entre 15 y 20 por ciento de los delitos son cometidos por policías.
La oposición culpa al gobierno de incapaz y el gobierno culpa a la oposición de inflamar en la población el sentimiento de inseguridad. Como todo en Venezuela, éste también es un asunto cruzado por la política.




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A 50 metros de una arepera que funciona 24 horas al día está la funeraria San Pedro, que abre a primera hora de la mañana y cierra a las 10 de la noche, aunque permite que un reducido grupo de deudos pase la noche junto a la urna antes del final. Con rejas altas como casi todas las casas de Caracas, en esta funeraria se velan principalmente a los fallecidos por muerte violenta.
En los días que velan a Richard Reyes hay además un hombre que murió en un accidente de tránsito y otro asesinado por líos de faldas.
- Principalmente armas de fuego, es lo que más se ve por la inseguridad que está tan terrible. Mira lo que tengo en tres días: ocho casos por armas – dice Jenny Centeno y muestra el fajo de papeles apilados en su escritorio.
Esta mujer morena, maquillada, que usa joyas vistosas como muchas venezolanas y lleva ropa negra ajustada, explica con calma cuál es la ética de la funeraria que coordina.
- Tenemos una norma: cerramos la funeraria a las 10 de la noche. Hoy tengo tres por arma de fuego que voy a tener que rechazar porque tienen cara de que no van a acatar las normas. Si a ti te empiezan a decir ‘y por qué cierran la funeraria, si nosotros somos muchos, queremos despedirnos todos, era mi pana y quiero ponerle música’ tú ya te imaginas que habrá conflicto. No queremos ni música, ni escándalo, ni nada de homenajes. Pero aceptamos velarlos porque el hecho de que mueran por arma de fuego no quiere decir que sean malandros. Tú me puedes caer mal y yo te mato, pero no significa que tú seas malandra.
El funeral de Richard Reyes fue tranquilo, sin música ni homenajes. Lo depositaron en la urna con jeans, un sweater azul, una pañoleta y una gorra de béisbol. La caravana salió de la funeraria en dirección hacia el oriente, al cementerio de Guatire.
El cortejo dejó atrás Caracas y dejó atrás Petare, la inmensa favela que por la noche se ve tranquila desde la distancia dibujada en miles de luces.





NATALIA RAMOS MIRANDA (Chile) Nació en la ciudad de La Serena, a fines de 1979. Es periodista de la Universidad de Santiago y desde 2005 trabaja como corresponsal para la Agence France Presse, a donde llegó después de un breve período como traductora en otra agencia internacional de noticias. En noviembre de 2009 cambió Santiago de Chile por Caracas, de donde planea irse después de cubrir para AFP las elecciones presidenciales de 2012.