Por Melissa Pérez
Óscar Ferreyra Hare es el único peruano que posee la colección privada más grande de armas y reliquias de la Guerra con Chile: 15 mil piezas. Comandó las excavaciones de los Soldados Desconocidos del Perú y Chile y pronto exhibirá un uniforme militar chileno difícil de hallar en ese país. Cada vez rechaza más ofertas de chilenos interesados en comprar su colección.
Cuatro cañones apuntan a todo aquel que pretende ingresar a la casa de Óscar Ferreyra. El botín más preciado de este fortín, atrincherado en el exclusivo distrito de La Molina, al este de Lima, se encuentra en su sótano. Alberga un arsenal de armas, uniformes militares, reliquias de héroes y otras curiosidades. Es sólo una muestra de las 15 mil piezas que integran esta gran colección. Sin embargo, Ferreyra no se define un coleccionista, se autodenomina un investigador con un objetivo supremo: buscar la verdad de una época.
“El Perú no me explicó la guerra, yo se las explicaré a ustedes”, dice muy seguro. “¿Por qué perdimos la guerra?, ¿por qué nos ganaron los chilenos”, se cuestiona este ingeniero pesquero de 66 años recostando un brazo en uno de sus cañones, un Armstrong que usó el Ejército Peruano el 19 de noviembre de 1879 en la desastrosa Batalla de San Francisco, en la entonces provincia peruana de Tarapacá, actual norte de Chile. Lo compró en ese país y lo repatrió de la forma más insospechada: camuflado por partes en diversos sacos. Este cañón reposa junto a otro chileno, un Krupp que estuvo en las batallas de San Juan y Miraflores, al sur de Lima, en 1881. Al pie de ambos se encuentran unas bombas del indómito buque blindado Huáscar.
Este dicharachero “Indiana Jones” es un apasionado por la historia. Le tomó tres décadas investigar las causas de la terrible derrota y reunir todo lo relacionado a esta sombría etapa. Y no lo hizo solo. Fundó y dirige el Instituto de Estudios Históricos del Pacífico. Su aventura comenzó hace más de 30 años cuando junto a un amigo y sus hijos probaron un detector de metales traído de Estados Unidos. El lugar escogido fue el Morro Solar, en el distrito de Chorrillos, en la costa sur de Lima, donde soldados y civiles libraron el 13 de enero de 1881 la más encarnizada defensa de la capital peruana. Su primer objeto encontrado fue un casquillo de bala Peabody Martini peruano. Lo investigó a fondo y decidió buscar más.
Buscó tanto que hoy tiene más de quince mil piezas, la mayoría reposan en su instituto y en varios ambientes de su casa – museo, especialmente en su sótano, al que se llega tras empujar una vieja puerta de madera frente a su amplio comedor. El olor a madera y fierro es penetrante. La tranquilidad del lugar, cual templo budista, es interrumpida con el crujir de las pisadas sobre cada escalón de madera. Al descender, lo primero que uno ve son cascos y armas de la guerra de 1942 que el Perú libró contra Ecuador, cráneos, huacos incas y ceramios de Grecia, Egipto y México. Ferreyra es un viajero impenitente.
Arsenal con historia
Espadas de militares que lucharon por la independencia peruana colgadas en la pared anteceden al segundo ambiente. Con fuerte voz aguardentosa, digna de un viejo militar, don Óscar comienza el guiado de su exclusivo museo que no excede los 40 metros cuadrados pero guarda más armas y reliquias que cualquiera de los cinco museos militares de Lima. Al centro destacan unos rifles Peabody Martini con bayonetas incorporadas que usó la infantería del Huáscar, integrada por hombres de color. También hay fusiles Comblain, bayonetas y carabinas Remington apiñadas y relucientes, listas para el combate. Ferreyra tiene más de 250 armas de guerra.
En la pared derecha del segundo ambiente se exhiben las armas de todos los marinos que comandaron el Huáscar, como el sable de Manuel Elías Bonnemaison, sobreviviente del Combate de Angamos; y la espada del teniente Enrique Palacios Mendiburu, último comandante del Huáscar. Un papel al pie de cada objeto indica a quien perteneció y dónde fue hallado. Es que a diferencia de otros coleccionistas de armas, como el fallecido actor y presidente de la Asociación Estadounidense de Rifles Charlton Heston, el rey del rock Elvis Preslay, los cineastas Steven Spielberg y Luis Buñuel, el actor Steven Seagal, el rockero Eric Clapton o el peruano Miguel Mujica Gallo, quien juntó veinte mil armas de celebridades de todo el mundo, Ferreyra sabe al detalle la historia de cada pieza suya. “Nos dedicamos a estudiar. Otros museos no tienen una detallada clasificación de cada objeto para entender mejor el contexto”, dijo.
Aunque Ferreyra no se considera coleccionista, la definición de su par argentino Abel Domenech le calza perfectamente: "Cada coleccionista busca en cada pieza la rareza y la historia que encierra cada una. No busca el fin ulterior de un enriquecimiento basado en la venta de sus objetos. Tiene conciencia de que es un historiador. El objeto es un testimonio y el coleccionista debe hacer que cuente su historia".
Ferreyra abre una caja de madera rectangular puesta bajo las espadas y sables y saca una carabina Winchester que luce un bello tallado del escudo peruano. La levanta, pone en ristre y cuenta emocionado que perteneció al general Pedro Silva, jefe del Estado Mayor que comandó la heroica defensa de Lima en 1881. Repatriarla desde Chile, donde la compró, fue una odisea. Sin un recibo de por medio, tuvo que meterla de contrabando.
En el estante opuesto reposa otra pequeña caja conteniendo el revólver S & W modelo Russian del general chileno Manuel Baquedano que lideró la invasión a Lima. Las armas de Silva y Baquedano, enfrentados hace 129 años, reposan una frente a otra. Ferreyra compró el revólver a un comerciante que pasaba por Lima tratando de venderlo por encargo de la familia Baquedano, luego de que el gobierno de ese país se negara a comprarlo.
Junto a este revólver hay una colección completa de corvos y sables chilenos y variopintos revólveres. Ferreyra conserva 180 armas blancas de ambos países. Al lado están la espada y sable del chileno Pablo Marchant que participó en la toma del Morro de Arica, en 1880, en el entonces sur peruano. Este puerto fue ocupado por chilenos y luego de 50 años se decidió que pertenecería a ese país. En otro estante hay un clarín del Ejército Peruano usado en Tarapacá, una lámpara de la Cruz Roja, diversas condecoraciones y el único plato completo del Huáscar que llegó a Ferreyra luego de que la Marina Peruana se rehusara a comprarlo.
Venta confidencial
Ferreyra es un colorado fortachón de pocas palabras. Su metro ochenta de altura le permite agarrar con suma facilidad un fusil Comblain y maniobrarlo a su antojo. Parece un oficial de alto rango apostado en uno de los reductos pese a vestir una camisa a cuadros y un jean. Frunce su nariz, la mueve a un costado y aspira fuertemente el aire. Inclina su cabeza y sus ojos verduscos miran por encima de sus pesadas gafas cuando asegura que el mundo de los coleccionistas es muy cerrado.
En el Perú hay unos cuarenta coleccionistas de billetes, monedas, piezas de oro, estampillas, armas blancas y demás. De estos, diez están especializados sólo en armas de la Guerra con Chile. Ferreyra es uno de ellos pero no están asociados como ocurre en Argentina con los coleccionistas de armas y municiones. Ferreyra tiene más de treinta proveedores que saben exactamente lo que busca. Nunca compra por internet pues ya lo han estafado con un sable de utilería. Tampoco participa en remates al “martillazo” pues simplemente estos no existen.
“La venta de armas es confidencial. Cuando hay algo interesante, el vendedor llama a mi casa, viene y me ofrece el producto. Una bayoneta francesa puede costar tres mil dólares, una Remington unos 1,500 dólares, un cañón cuesta entre 10 y 20 mil dólares. Cualquiera no se puede dedicar a este mundo. Hay un coleccionista en Lima que tiene la espada de Napoleón Bonaparte II, ya te imaginarás cuánto pagó por ella y no la exhibirá, ¡olvídate!”, dijo lanzando una risotada.
Aquella mañana, un vendedor le había llevado a su casa la espada del ex militar y presidente peruano Remigio Morales Bermúdez. “Son tan pocos los coleccionistas que cuando uno quiere un arma, llama a otro y le avisa. Pero eso sí, no ganamos comisión alguna y siempre concertamos precios, no pagamos ni un sol más”, dijo enfáticamente.
Codiciada colección
En Londres, Ferreyra compró banderas nazis y japonesas de la Segunda Guerra Mundial sin problemas. Sin embargo, las trabas legales le obligan a comprar subrepticiamente armas, reliquias y documentos en ferias, casas de antigüedades y calles de Lima o Santiago. Así consiguió partes de guerra y cartas que podrían cambiar las historias oficiales del Perú y Chile pues en ellas se desmitifica a algunos héroes.
El valor de la colección de Ferreyra supera largamente los cientos de miles de dólares. Coleccionistas millonarios y militares chilenos le ofrecieron cheques en blanco para comprar toda su colección pero Ferreyra es un viejo duro de roer. “Esta colección no saldrá del Perú”, sentencia. Ferreyra enfatiza que el valor de una colección no se mide por lo que representa en dinero. Aunque se puede pensar lo contrario, este ingeniero pesquero no proviene de una familia adinerada. Su madre nació en la sierra de Áncash, al norte peruano, y vendía chocolate caliente y pan con jamonada para sobrevivir. Su padre era un empleado estatal de Chincha, al sur de Lima. Ninguno de sus ancestros fue militar.
La afición de Ferreyra por los temas bélicos nació cuando comenzó a excavar en el Morro Solar, siempre al lado de una chilena: su esposa Marie Von Oven, quien tampoco tiene antepasados militares. Marie es una delgada secretaria ejecutiva, pequeña, elegante, guapa y de cabellos castaños. Defiende los mismos ideales que su esposo, participa con él en sus excavaciones en los campos de batalla, hace guiados en su museo y enseñó a sus hijos a buscar fósiles desde pequeños. Ella muestra el lado humano del museo. “Las cartas que escribieron los soldados, cómo vivieron, me interesa cómo hay que lavar los uniformes, conservar el objeto y ver qué hay detrás de él, su historia”, recalca Marie.
La esposa de Ferreyra asegura que lo que más la ha conmovido en la vida es haber guardado en su casa los restos del Soldado Desconocido peruano, desenterrado por su esposo en una excavación en el distrito de Chorrillos. “Tenerlo fue un honor y emoción porque era una persona que peleó por este país, permaneció con nosotros seis años. El día que se fue de acá me dolió”, rememora. Hoy el Soldado Desconocido peruano reposa en una cripta acondicionada especialmente para él en el Congreso de la República.
En 1998, Ferreyra hizo otro histórico hallazgo: desenterró en las faldas del cerro Zig-Zag, también en Chorrillos, al Soldado Desconocido chileno, repatriado a su país en el 2007. Este ingeniero pesquero es un autodidacta especializado en temas de guerra y armas. Leyó hasta el hartazgo a los historiadores peruanos Gustavo Pons Muzzo, Mariano Paz Soldán, Rubén Vargas Ugarte y a los chilenos Gonzalo Bulnes y Patricio Lynch. “Vicuña Mackenna escribe mentiras”, opina.
El Sétimo de Línea
En los próximos meses, Ferreyra nos sorprenderá al mostrar el único uniforme completo y mejor conservado de un soldado del batallón Sétimo de Línea, constituido por una chaqueta azul con líneas rojas en el cuello y mangas, pantalón rojo con cinco botones blancos, botas de cuero, kepí, cubre nuca y poncho. “En los diez museos de Chile no hay un uniforme completo del Sétimo de Línea, que era el batallón Esmeralda, el más engreído”, refiere animoso. Fue hallado hace cinco años en una de sus excavaciones en el Alto de la Alianza, en la región Tacna, al sur del Perú.
Hoy reposa dentro de un amplio y pesado cajón de madera, cubierto con papel no ácido y libre de toda humedad en la casa donde funciona su instituto en el distrito limeño de San Isidro. Quitarle el salitre a la tela fue difícil y necesitó de un proceso de lavados químicos y secados. Los siete arqueólogos que lo cuidan no dejan que nadie lo vea.
Ferreyra cree que el coleccionista debe excavar, aunque hacerlo le cueste diez mil dólares, y despotrica contra los historiadores que no investigan. “No creemos en los historiadores, creemos en nuestras excavaciones”, sentencia con convicción. “La historia del Perú entre 1879 y 1890 ha sido desapercibida por los historiadores por vergüenza, por haber perdido o por intereses de los caudillos. Los chilenos ganaron porque fueron mejores dirigentes y tenían una idea de patria”, reconoce. Sin embargo, una cosa lo anima: más jóvenes peruanos, chilenos y bolivianos excavan y polemizan en foros virtuales. El interés por esta etapa de la historia está más vivo que nunca.
MELISSA PÉREZ HUARINGA (Lima, 79) El periodismo de investigación es su mayor pasión pero halló en la crónica otro leit motiv. Egresada de la Universidad Nacional de San Marcos. Laboró en el IPYS, los diarios Expreso, El Comercio y La Primera y en la Agencia de Prensa Ambiental Inforegión. Fungió de consultora en la OIT y en el JNE. También es free lance. Hoy disfruta trabajando, y aprendiendo, en el semanario Hildebrandt en sus Trece.
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Interesante personaje el hallado por Melissa. Mis felicitaciones. Aunque la guerra y las armas no son mi afición, locos-inteligentes-patriotas-investigadores como Oscar Ferreyra no se encuentran así no mas... buen hallazgo, digno de "colección".
ResponderEliminarDavid Gavidia.
Excavar y encontrar esos objetos , ver las armas y los uniformes nos hace volar la imaginacion al pasado de como esa gente muchoa quechuablantes fueron a la linea de defensa a luchar y un 5% que se quedo me imagino para cubrir la retirada de los peruanos cuando todo ya estaba perdido
ResponderEliminarGracias Melissa, por publicar tan interesante articulo. Definitivamente este tema siempre ha estado "vagamente" presente en la memoria de muchos Peruanos, e incluso muchos Chilenos. Y el se~or Ferreyra tiene en sus manos un valioso pedazo de nuestra historia.
ResponderEliminarPor favor podrías ayudarme con mis investigaciónes sobre el escocés Neil Morrison quien era un coronel en el ejercito peruano durante la Guerra del Pacifico. El luchaba en la Batalla de Miraflores donde sufrió unas heridas pero sobrevivió. El gobierno le ofreció una pension si el caminaba su nacionalidad de escocés a peruano pero el prefiere seguir siendo escocés y por eso no recibió su pension. El murió en Lima el año 1942, mas o menos y pienso esta enterrado en el cementerio Británico en Callao. Me gustaría saber si podrías ayudarme con algún información sobre el. Yo nací en la misma isla que el, La Isla de Lewis que esta en Escocia. Gracias por la ayuda brindada, mi nombre es Donald Maciver, mj número cel aca en Lima esta 993 955 973 . Perdoname por mi espanol
ResponderEliminarPrimero ante todo Sra. Melissa felicitaciones por su artículo sumamente interesante. Soy un joven de 19 años de edad y tengo en mi poder un billete en perfecto estado del año 1973, 6 años antes de la guerra con Chile y quisiera saber si el Sr. Óscar Ferreyra además de interesarse en los artículos de guerra le gustaría adquirir el billete mencionado que es el único que actualmente queda en el Perú. Si puede contactarlo le agradecería mencione mi interés. Gracias. Cualquier consulta : slash_02gnr93@hotmail.com
ResponderEliminarMelissa, felicitaciones por tu artículo tan bien escrito y detallado.
ResponderEliminarInteresante artículo Melissa...felicitaciones por la entrevista !
ResponderEliminarSabes donde puedo encontrar más información sobre el Sr. Ferreyra por favor.
Gracias
Arte. Saludos
Estimado Oscar, espero tenga chance de leer este mensaje. Tengo una Winchester Modelo 1873, que se utilizó en la Guerra del Pacífico, calibre 44-40. Le ha pertenecido a mi familia por muchas décadas desde mi abuelo. Si le interesa puede escribirme a gvilner@hotmail.com
ResponderEliminarFelicitaciones Melissa, has cubierto un excelente artículo, y tambien al Ing. Oscar Ferreyra en su ardua labor de hacerde de una colección única, esmero y dedicación en conocer la historia de nuestro Perú
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