Por Karina Miñano Peña
En el occidente seguimos los pasos lógicos de un comportamiento social establecido cuando hablamos de formar una familia. Es decir, nos enamoramos, nos casamos y si hay mala suerte nos divorciamos. Y desde occidente miramos con sorpresa y estupor cómo en el mundo oriental todavía los padres deciden el matrimonio de los hijos, sin que éstos tengan la oportunidad de conocerse primero. Se cree que el amor nace poco a poco y crece y se hace fuerte gracias a la convivencia. Así surgió la historia de Rini y Maruf.
Tenía la mirada clavada en su taza de té. La sonrisa había desaparecido de sus labios y antes de que su marido regresara del baño, levantó la mirada para contarme algo como si fuera un secreto, una confesión. Respiró hondo y me dijo. “Supe que me casaría con Maruf cuando mi padre me dijo: ‘si sus padres me preguntan yo les diré que sí’. En ese momento mi corazón se comprimió. Yo tenía novio. Era mi suerte. Mi padre ya lo había decidido y yo no podía decir que no”.
Rini se casó con el hijo mayor del último rey de Kalimantan en el 2003. Fue una boda rápida y arreglada entre los padres de ambos a los 4 meses de haberse conocido. La primera parte de la boda se realizó en Yakarta, la capital de Indonesia y de donde proviene la familia de Aurini Budisuyitno (Rini) y luego en Kalimantan, en donde vive la familia de Maruf Faisal. Kalimantan es una de las más de 13 mil islas que conforman Indonesia, donde habita la comunidad musulmana más grande del planeta.
“Llegué a Frankfurt en un viaje de negocios. En ese entonces Trabajaba para una agencia de seguros en Yakarta. Ya en Alemania, quise conocer Holanda y llegué a Amsterdam. Llegué el 30 de abril, cuando los holandeses celebraban el día de la Reina y todo estaba cerrado. El primero de mayo no pude conseguir nada y el 2 me di cuenta de que mi visa se vencía el 4, por lo tanto solo tenía libre el día 3 para visitar Paris, regresar a Frankfurt y de allí a Indonesia”, recuerda Rini con cierta nostalgia.
Una conocida con la que viajaba se ofreció a buscar entre sus conocidos a alguien que pudiera llevarlas a París. Pero tenía que ser soltero, los casados no pueden ir con mujeres solteras sin la autorización o presencia de la esposa. El soltero disponible en ese momento era un hombre mayor de 40 años, de familia de buena reputación en Indonesia, con una casa, coche y trabajo en Holanda.
“No podía llevarlas a París. Las llevé a Bruselas. Durante el viaje indagué todo lo que pude sobre la vida en Indonesia de Rini. Así supe que su madre oriunda de Sulawesi (una isla indonesa) era una política muy activa en el parlamento, que su padre era de Java (otra isla) y que ella y sus hermanos habían recibido educación universitaria. Pregunté por el nombre de su padre y por el nombre del padre de su padre”, señala Maruf mirando en dirección a Rini.
Maruf tiene un problema visual que no le permite fijar los ojos en dónde está mirando. Camina con cuidado pues no mide bien las distancias pequeñas entre los objetos pero en general se maneja muy bien con unas gafas de lunas gruesas. Cuando conoció a Rini tenía 45 años y ya pensaba en casarse y formar una familia pero no podía hacerlo sin la ayuda y autorización de sus padres.
Con la información familiar que Rini le proporcionó, Maruf llamó a sus padres a Indonesia y les comentó que conoció a una mujer de aparentemente buena familia. El padre de Maruf, el antiguo rey, tomó nota del nombre del padre y del abuelo de Rini y empezó las primeras averiguaciones sobre los origenes (bibit), rango social (bebet) y calidad de gente (bobot) de la familia de Rini..
“No es difícil averiguar sobre el bibit, bebet y bobot de una familia o persona cuando se proviene de la misma clase social. En la actualidad no se habla más de estos tres elementos pero a pesar de la modernidad, entre las familias con tradición está implícito escoger a la novia o al novio dentro del mismo rango y nivel”, explica Rini con cierta arrogancia en el tono.
Los padres de Maruf son primos y su matrimonio estuvo arreglado para mantener el linaje de sangre entre los miembros de la casta real. Cuando Indonesia pasó a ser una república, el último rey de Kalimantan fue enviado como embajador a Holanda junto con su familia. Así fue que Maruf descubrió la vida occidental y, con el permiso de sus padres, se quedó en Amsterdam para estudiar y trabajar con la promesa de volver a su país a buscar esposa cuando fuera el momento.
Rini volvió de su viaje de negocios el 5 de mayo del 2003. El sábado 17 recibió una llamada. Al otro lado de la línea Maruf le comentaba que había llegado a Jakarta y que deseaba verla. Ese día Rini esperaba la llamada de su entonces novio, un hombre de negocios, árabe y que sus no aceptaban. Aceptó ver a Maruf con vacilación.
Ya reunidos, Maruf no tenía mucho tiempo que perder. Sus padres ya le habían dado la autorización para casarse y habían comprobado que la familia de Rini tenía el mismo bibit, bebet y bobot que ellos. Además debía regresar al trabajo en Amsterdam, así que lo primero que hizo fue decirle a Rini que quería conocer a sus padres. Ella no podía negarse. Maruf había sido muy bueno con ella y con su colega cuando estuvieron en Europa. En ese momento Rini sólo pensaba que Maruf era un buen tipo.
“Cuando regresé a casa les dije a mis padres que Maruf hijo de Faisal quería conocerlos. Mi padre entonces tomó nota del nombre del padre y del abuelo de Maruf y empezó la averiguación”, recuerda Rini mientras Raniah, su hija de 4 años, destroza algunos papeles de colores que le hemos dado para que nos deje conversar.
El novio árabe de Rini nunca llegó, no llamó. Al menos no ese día ni los posteriores, ya había pasado otras veces pero siempre volvía. Rini pensó entonces que en lugar de su novio fue Maruf el que llegó y que esa era su suerte.
“Mi padre me llamó y preguntó si él (mira a Maruf con cierta gracia) me gustaba. En ese momento no podía decir que no realmente porque Maruf fue muy amable y me gustaba por eso”, continua Rini con Raniah sentada ahora entre sus piernas y haciendo ruido con un pequeño tambor.
A los dos días Maruf estaba frente al padre de Rini pidiendo su mano. Al día siguiente, Rini conoció a sus futuros suegros y por la reacción de éstos supo que había sido aceptada. Luego los padres formalizaron el compromiso de sus hijos. En septiembre del 2003 se casaron y a principios del 2004 Rini llegó a Holanda a vivir por primera vez con su esposo.
¿Y el amor? En la cultura musulmana todo comienza por el gusto. El amor nace de la convivencia y del ir conociéndose poco a poco. “Mis padres y sus padres llevan muchos años juntos y son felices como la mayoría de parejas en Indonesia. Nos casamos con las personas que nuestros padres aprueban porque son más viejos y más sabios y desean que seamos felices”, dice Maruf parándose en dirección a la cocina para traer el té mientras Raniah corre sin parar alrededor de la mesa.
Rini continua: “Al principio quería regresar. Estaba sola, no tenía trabajo, ni familia, ni amigos. Tuve que aprender a cocinar y a ocuparme de la casa. Maruf fue paciente pero creo que también se sintió solo. No nos entendíamos. Además el idioma, la gente, la cultura tan diferente me chocó, me deprimí. Durante esa depresión salí embarazada y a los cinco meses perdí a mi hijo por complicaciones de salud”. Sus ojos están húmedos ahora. Los recuerdos todavía le duelen. Pongo mi mano sobre la suya y ella logra apretar mis dedos en señal de agradecimiento.
Las cosas iban muy mal entre Rini y Maruf. No había comunicación y la pérdida del niño sumió a Rini en una depresión muy fuerte. Su madre la visitó muchas veces para darle ánimo. Rini quería volver pero no podía hacerlo sin su marido. A pesar de las súplicas y ruegos su madre se negó a llevarla consigo. A donde vaya su marido ella tendría que ir.
En noviembre del mismo año la pareja se fue de vacaciones a Yakarta. Rini con la idea de no volver más a Holanda ni a la vida individual y fría de Amsterdam. El divorcio existe en Indonesia, pero solo en casos muy especiales. Rini no sabía si su caso era o no especial. Su familia no aprobaría un divorcio, pero ella estaba dispuesta a no regresar más, hasta que se dio cuenta que estaba embarazada de nuevo. Ante la sorpresa y el desconcierto, dejó que Maruf dirigiera sus pasos y juntos volvieron a Holanda.
Han pasado poco más de 6 años desde que se casaron y cuatro desde que nació Raniah. “Podemos decir que ahora nos llevamos mejor, conversamos y el amor ha empezado a crecer – mientras dice esto Rini mira con ternura a su esposo –. Mi madre tiene razón, las madres siempre tienen razón cuando dicen que primero te debe gustar la persona y que debes ser paciente porque el amor crece de la convivencia”.
“En el occidente la gente se conoce, se gusta, se enamora y luego se casan y muchos se separan y divorcian. Nosotros los musulmanes respetamos sus maneras de vivir pero vemos con pena que hay muchas separaciones y divorcios. Niños que no crecen en armonía familiar con sus padres. Puede ser que nuestra manera no sea la perfecta, pero puedo asegurarte ahora, por experiencia propia, que el amor nace y se va consolidando durante la convivencia”, sentencia Maruf antes de irse a su habitación a rezar.
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KARINA MIÑANO PEÑA. Comunicadora social peruana. Actualmente trabaja en el área de marketing y comunicaciones de una empresa internacional en Holanda. Es consejera editorial para la organización holandesa Nederlands Letterenfonds por lo cual lee y aconseja qué libros de autores latinoamericanos podrian traducirse al holandés; escribe historias personales y no personales en su blog llamado Papeles Encontrados y tiene demasiadas preguntas y pocas respuestas.
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lunes, 24 de mayo de 2010
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