jueves, 14 de enero de 2010

EL AS DE LA FEDERAL

por Gloria Ziegler


La historia de Jorge Nicolai, un trabajador del barrio bonaerense de Florencia Varela, que pasó varios años en la cárcel por una operación de la policía.



Palermo, Ciudad de Buenos Aires. Miércoles 28 de octubre de 2009,20.30.
Barrio de diseño: ropa, calzado, muebles, arte, cocina y todo lo exclusivo que pueda imaginarse. Y, por supuesto, los precios más caros.

Jorge Nicolai un trabajador de Florencia Varela, un barrio pobre del conurbano bonaerense, al sur de Capital Federal, prometió estar puntal en al esquina de Humboldt y Paraguay, en la puerta del restaurante Trapiche.

Anocheció hace alrededor de una hora pero la sombra de los árboles que bordean las calles hace más espesa la oscuridad. El quiosquero de enfrente esta sentado en la vereda en una silla de plástico blanca, que nada tiene de diseño exclusivo. Entran dos muchachos flacos y altos a comprar cigarrillos, él los sigue detrás. Cuando se van vuelve a su sentarse con el respaldo apoyando en la pared del restaurante que tiene a su izquierda. Pasa una chica menudita y morocha que lo saluda y entra en la casa de Sushi que esta al otro lado del quiosco.

Enfrente, en Trapiche, uno de los empleados saca un pizarrón a la vereda, adentro una camarera y un mozo terminan de preparar las mesas con los manteles blancos y las copas de cristal. Desde afuera un hombre que parece ser el encargado supervisa todo sin hablar.

Cuarenta minutos después la puntualidad de Jorge parece haberse esfumado. Ubicarlo se volvió casi una misión imposible: su celular esta apagado y en su casa nadie contesta el teléfono. ¿Se arrepintió a último momento? ¿Tuvo miedo? La duda quedaría por un tiempo.



Palermo, Ciudad de Buenos Aires. Domingo 8 de noviembre de 1998, alrededor de las 20.
Jorge Nicolai esta parado en la esquina de Humboldt y Paraguay. Espera, junto a su cuñado, a un hombre que les ofreció trabajo para cargar y descargar un camión por una mudanza. Lo conocieron hace unas horas en Constitución mientras pedían comida. Les ofreció 30 pesos por la changa y no dudaron. El auto en que los llevo espera estacionado en doble fila. Están sucios y tienen la bolsa con ropa de fajina que les dejo hace un momento el tipo que los contrató.

-"Mejor esperemos a que venga porque si entramos así nos van a sacar", le dice Jorge a su cuñado.

Pasan los minutos y aquel hombre no vuelve. Estaciona un patrullero de La Federal, bajan dos policías, se identifican y les preguntan que están haciendo parados ahí en la esquina.

-"Nos trajeron para hacer un trabajo", le contestan.

-"Denme los documentos", le replica uno de los efectivos. "¿Qué tienen ahí?, dijo señalando la bolsa.

-"Ropa de trabajo".

Les saca la bolsa de la mano y empieza a sacar despacio un mameluco, un pulóver viejo y, para su sorpresa, dos revólveres, guantes de látex y medias de mujer.

Para entonces, el lugar ya esta completamente alborotado. Los esposan y los ponen contra la pared. Adentro de Trapiche, descubrió más tarde, había dos falsos testigos previamente arreglados. Pocos segundos después aparecen las cámaras de televisión. El show ya estaba montado.



Barrio San Nicolás, Ciudad de Buenos Aires. Martes 6 de octubre de 2009, 16.30
Jorge Nicolai llega junto a Rodrigo Ferreirós, consultor de una ONG contra la impunidad, al restaurante de la esquina Cerrito y Sarmiento. Pasaron más de diez años pero la desconfianza es una maña difícil de perder.

Jorge al igual que Rodrigo es alto, pero un poco más flaco, narigón y tiene manchas en la cara por la rosácea que le quedó, hace unos años, después de una operación en el tabique. Trae una chomba verde oliva con vivos más claros en las mangas y en el cuello, una gorra negra con la pipa blanca de Niké, jeans, zapatillas y un bolso negro cruzado al hombro. Viene de trabajar en una de las cooperativas de Florencio Varela. Rodrigo, más formal, lleva un traje gris, sin corbata. Se sientan en una mesa junto a la ventana, uno al lado del otro y piden dos cortados.

Jorge parece estar en medio de un ataque de timidez y Rodrigo se encarga de romper el hielo, explicando sin medias tintas el fondo de la trampa que le tendieron a Nicolai años atrás:

- “En esa época la Policía Federal tenía muy mala prensa y estaban haciendo estos procedimientos para salir en los medios y mejorar su imagen. Este no fue un caso aislado. La Procuración General detectó 30 sólo en ese año”. Y según un informe del año 2006 de la Defensoria del Pueblo de La Nación alrededor de 3840 personas privadas de la libertad no tenían condenas efectivas. Hoy, aseguran, la situación es peor.

Jorge estuvo dos meses preso en la cárcel de Devoto acusado de un crimen que no cometió y que no justificaba la detención, tal como explica su actual abogado Gerardo Etcheverry, de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional, más conocida como CORREPI. Tuvo dos juicios orales, y en ambos fue absuelto. Pero aún no podía estar tranquilo: “Estaba en un pabellón que ellos llaman el de los Primerizos, porque no tenía antecedentes. Y unos días antes de que salga aparentemente hubo un arreglo y me pasaron a otro sector. Me trasladaron a La Villa, que es donde están los que ya fueron condenados”, explica un poco más tranquilo mientras toma un sorbo de café.

El restaurante esta lleno y se mezclan las conversaciones de las distintas mesas, pero Jorge continúa hablando a su modo, despacio y lento:

- “El Abuelo, el ex jefe de la barra de Boca, que también estaba ahí adentro, me había dicho que me cuide, que no hable de mi porque me podía pasar algo. Y al final me mandaron a La Villa no más.

Ya hacía como tres o cuatro días que no descansaba. No daba más y me terminé durmiendo. Y de golpe sentí que alguien me tiraba encima una frazada y se me tiraba arriba. Me dieron una paliza, me llevaron al baño y me violaron”, cuenta bajando el tono de voz, como con vergüenza.
- “Después le pedí ayuda a la gente del Servicio Penitenciero pero me dijeron que estaban ocupados. Y en realidad estaban viendo un partido, creo que esa noche jugaba Argentina”. Todavía le esperaba lo peor.

Finalmente fue excarcelado y comenzó la demanda contra los dos policías, Rubén Pagano y Nelson Rodríguez. La causa continúa en la Cámara de Casación una década después.
-“Tres o cuatro meses después de que salí de Devoto fui al hospital para hacerme unos estudios porque me había salido una vena varicosa en la pierna y me tenían que operar. Me hicieron repetir todos los estudios, y ahí me confirmaron que tenía HIV positivo”, cuenta probando otro sorbo del café ya frío y deja la taza a un lado.

Rodrigo que hasta entonces escuchaba en silencio arremete:
- “El estuvo detenido dentro de un penal por un delito que nunca existió. Fue abusado, salió sobreseído pero nadie se hace cargo de lo que le paso dentro de la cárcel. Y es algo irreparable, es violatorio a cualquier derecho humano. Estamos esperando que Casación gire el caso y si no lo hace vamos a recurrir a la Corte Suprema o al tribunal de la Organización de Estados Americanos (OEA). Lo único que reclama Jorge es justicia”.
Jorge escucha en silencio, asintiendo con la cabeza y con las manos cruzadas sobre la mesa.



Barrio San Nicolás, Ciudad de Buenos Aires. Martes 16 de octubre de 2009, 16.00.
Jorge trae la misma ropa que tenía 10 días atrás pero esta vez tiene zapatillas blancas y huele a colonia marina. Pero ya no parece igual. Se lo ve distendido, sonriente y con ganas de hablar.
Esta vez elige una mesa de las del medio del salón y, como antes, ordena un cortado que esta vez no dejara enfriar.

“Casi nunca estoy en mi casa. Me levanto a la mañana y si no tengo nada que hacer me voy. Siempre me gusto la calle –se ríe- pero allá en Varela, acá a Capital vengo poco.
Me gusta caminar, no es que lo hago por un tema de plata. Ahora por ejemplo me voy caminando hasta Constitución – unas 20 cuadras- y ahí sí tomo el tren hasta mi casa”.

Jorge Nicolai realmente parece un personaje kafkiano. A los 37 años vive con su madre adoptiva, Etelvina Colipan, de 76 años; su padre, Osvaldo Nicolai, murió hace diez años. “Dicen que nací en Moreno. Soy adoptado. Pero también hay una historia media rara ahí atrás: en el juzgado me dijeron que mis padres biológicos me dejaron abandonado en la Casa Cuna, pero cuando encontré a mi padre el aseguró que los médicos le dijeron que yo nací muerto pero que nunca les entregaron el cuerpo.

Después de que lo encontré fui a verlo un par de veces más y ya no volví”, señala mientras termina el café.

Antes de caer preso Jorge estaba en pareja pero los meses de encierro terminaron de desestabilizar la relación. Quién fue su cuñado y estaba con él al momento de la detención también fue sobreseído. Hoy vive en la calle. “El sí perdió todo. Yo dentro de todo tuve suerte porque a los tres meses que salí de la cárcel ya estaba trabajando. Cuando empecé a recorrer movimientos sociales y demás por mi caso me ofrecieron un empleo y gracias a Dios con eso me puedo mantener. Estoy coordinando unas cooperativas de trabajo en Florencio Varela, tengo que ir a los barrios y ayudar a la gente. Y los días que no trabajo voy una sociedad de fomento, la atiendo y juego a la pelota con los chicos. No me va mucho pero les hago la segunda.
Y el doctor me mando a hacer pesas ahora porque dice que tengo que tonificar los músculos y bajar de peso. Me hizo una dieta y tengo que ir al gimnasio así que en unos días empiezo. Igual no se cuanto voy a durar”, dice riendo.

“Lo que sí me cuesta ahora es relacionarme con las mujeres. Se hace más difícil. Conozco gente que también tiene HIV y están juntados pero a mi me frena un poco. Igual antes de empezar algo me gustaría hacer algunas cosas: Me quiero comprar una moto grande, mi mamá no quiere saber nada pero a mi me gustan, quiero mejorar mi situación económica, y hacerme una cirugía para solucionar la rosácea de la cara, así que voy a tener que laburar mucho porque según me dijeron sale entre 10 mil y 15 mil pesos. Lo que sí me gustaría es terminar el secundario, que me falta el último año, y hacer algún curso sobre Derechos Humanos o algo así”, cuenta entusiasmado como un chico a la hora de despedirse. Nos veríamos dos semanas después para cenar en el restaurante donde lo detuvieron.

Barrio San Nicolás, Ciudad de Buenos Aires. Jueves 29 de octubre de 2009, 10.00
El celular de Jorge Nicolai ya no está apagado. Atiende su primo que explica que su tío murió ayer por la tarde y tuvo que viajar de improviso hasta Río Negro para acompañar a su madre. Salió a las apuradas y olvidó su celular. No tuvo miedo. Un nuevo revés le impidió regresar a aquella esquina de Humboldt y Paraguay.





GLORIA ZIEGLER nació en Capital Federal, Argentina, en 1985. Estudió periodismo en TEA y actualmente es colaboradora de las revitas MDQ Mag y La Cosa.

---------------------------------------------------------------------------------------
Próximo taller febrero 2010. Inscripciones en oficinaportatil@gmail.com
---------------------------------------------------------------------------------------


2 comentarios:

  1. Basándose en que la historia que cuenta Nicolai es cierta. El cambio que dio su vida de un momento para el otro. Demuestra que hay que seguir dándole para adelante, sin importar las circunstacias. Hay que respirar hondo y exhalar, sin morirse en el recuerdo del momento que cambió nuestra vida.
    No importa si fue un montaje o no.
    Lo que verdaderamente importa es aprender y crecer para no cometer los mismos errores en el futuro.

    ResponderEliminar
  2. mi nombre es jorge nicolai el protagonista de una historia espelusnante pero la vida continua agradezco a este portal el haber publicado esta historia de vida mi mail es janicolay@yahoo.com.ar es x eso ke solicito a esta comunidad el apoyo para revertir esta situacion y ke se haga justicia de una buena vez desde ya los abrazo a la distancia y ke dios los bendiga gracias gloria x tu apoyo

    ResponderEliminar