lunes, 24 de octubre de 2011

LA FAMILIA REYES SALAZAR SOBREVIVE EN MÉXICO

por Alba Calderón

En México cada vez hay más armas, más desaparecidos, más torturados, más asesinados, más familias mutiladas y más crímenes sin resolver. La guerra contra, y entre, el narcotráfico, desde el 2006, le ha cambiado la vida a millones: de la familia Reyes Salazar han muerto seis, y los sobrevivientes han salido huyendo de sus casas por las amenazas de muerte, que les siguen por todo el país.




Cuando enterraron a los hermanos Malena y Elías Reyes Salazar ninguno de los empleados municipales del panteón de Guadalupe, quisieron cavar las tumbas. Los hombres se excusaron: unos dijeron que estaban enfermos, otros no se presentaron ese día a trabajar y algunos simplemente se negaron. Nadie que no fuera Reyes Salazar tenía la fuerza para cargar sus muertos y el coraje para enfrentar el miedo y el dolor al mismo tiempo.
Tuvo que ser Saúl Reyes el que consiguiera, con las amistades que le quedaban por haber sido empleado municipal, que otras personas cavaran la tumba de sus hermanos. En el panteón les dijeron que ellos no se metían en esas cosas.
Esas cosas las entiende muy bien Olga Reyes Salazar. Ella había notado cómo las amistades fueron disminuyendo en cada sepelio. A los Reyes Salazar les han asesinado seis integrantes en tres años, además de que el acoso de los grupos armados que dominan Juárez, la ciudad fronteriza, vecina a Guadalupe, obligó a 30 miembros de la familia, incluido un bebé de cuatro meses, a huir de sus casas para buscar refugio en un lugar lejos de las amenazas y la muerte inminente.
Del 2006 al 2010 se han cometido 6 mil 437 asesinatos en Ciudad Juárez, Chihuahua, presuntamente relacionados con el crimen organizado, según la Secretaria de Seguridad Pública Federal en su base de datos de homicidios, publicada en Internet. También ahí se revela que en 2010 hubo un total de 15 mil 273 homicidios en México. Esas son las cifras oficiales.
Cuando se conoce a los deudos, se entiende el peligro de creer en los números fríos. En el blog del Secretario Técnico del Consejo de Seguridad Nacional, alojado en el portal de Presidencia, Alejandro Poiré, se muestra la visión de las autoridades sobre el tema: mientras por un lado se asegura que hay evidencia de que este fenómeno (alto número de homicidios) se explica, primordialmente, por los conflictos entre criminales, al final del informe se reconoce que los homicidios que el gobierno relaciona al crimen organizado, obedecen solo a algunas circunstancias.
No todos los que mueren son criminales y las circunstancias pueden variar.


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Olga lo sintió desde el entierro de Josefina, en enero del 2009: ya no hubo tanta gente como cuando en noviembre del 2008, velaron a su sobrino de 26 años, Julio César, hijo de Josefina. Luego en agosto del 2010 asesinaron a otro hermano, Rubén, que había sido regidor en Guadalupe; y ya para el entierro de los últimos dos hermanos Malena y Elías Reyes Salazar, - la esposa de Elias, Luisa Ornelas, que fue secuestrada y asesinada junto con los hermanos, fue enterrada en otro sitio- las caras presentes eran la de unos cuantos conocidos y algunos activistas.
Los que se atrevieron a enfrentar el dolor por la impunidad, y acompañar a los Reyes Salazar en su última despedida, tuvieron que asistir a un sepelio vigilado por la policía estatal en las afueras de la Fiscalía General del Estado de Chihuahua. Sólo así se apreciaba más protección para ellos, y se evitó que alguien llegara y les arrebatara la vida a los que quedan.
Lo sintió también cuando unos tipos rociaron de gasolina e incendiaron la casa de la activista Malú García, quien participaba con ellos en el plantón de Ciudad Juárez —otro plantón fue en la Ciudad de México— para exigir se encontraran con vida a Elías, Malena y Olivia que fueron secuestrados el 7 de febrero del 2011. Sus cadáveres fueron hallados el 25 de febrero del mismo año.
A Olga le dijeron que el examen de necropsia mostró que sus hermanos ya habían sido enterrados, pero luego de las protestas, los desenterraron para entregar sus cuerpos.
—No te juntes con la familia Reyes, porque quién sabe cómo te va —sintió entonces Olga que decía la gente, los periódicos, los políticos y la justicia.


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Olga es una mujer muy fuerte, no por su cuerpo firme a los 43 años, ni por su mirada incisiva y sus pupilas vibrantes que también se reconocen en su mamá; no porque habla golpeado y chillando la eses como sólo los ssshihuahuensesss lo saben hacer; no porque ríe en medio de sus penas; no porque abraza con mucha intensidad; no porque se atreve a leer las exigencias de miles de víctimas hartas de la violencia, y en medio de una multitud de 65 mil personas en el Zócalo de la Ciudad de México, aunque a ella le dé mucho nervio eso de hablar. No.
Olga Reyes es fuerte porque quiere ser fuerte.
Lo dice y saca el pecho: ahora me toca a mí. Ella no está refugiada en algún lugar secreto como el resto de su familia. Nos encontramos en un sitio abierto, rodeada de gente con dolores muy semejantes a los suyos.
La encuentro de noche, en un campamento que se organizó en Ciudad Universitaria, por la Marcha Nacional por la Justicia y Contra la Impunidad, convocada por el poeta mexicano Javier Sicilia luego de que asesinaran a su hijo en abril de 2011. La reconozco y atiende con una sonrisa nerviosa; cree que no sabe hablar para los medios.
Olga fue la última de los Reyes Salazar en salir de Valle de Juárez, y es capaz de volver si es necesario; se siente comprometida con la familia.
Me siento bien de estar con la gente y compartir.
La mujer tiene los ojos rasgados. El pelo chino se lo deja caer a los hombros. La veo muy seguido de jeans, y con la sonrisa puesta. No terminó sus estudios de primaria, y desde ahí estuvo presente su decisión, se despeinaba antes de ir a la escuela, hacía berrinches y logró que en un par de años los maestros decidieran expulsarla y desentenderse de que no continuara.
Antes, su hermana Marisela, que ahora está en el refugio, fue la encargada de hablar, pero eso ya no se puede porque hay que mantener un bajo perfil si se desea conservar la vida. Así que Olga suspira antes de comenzar a platicar conmigo.
Para recordar su historia debe repasar la serie de sucesos trágicos que muy dolorosamente han marcado la vida de su familia. Se entiende que no es fácil recordar a cada momento la muerte: la muerte sin sentido, la muerte injusta, la muerte con tortura, la muerte violenta, la muerte en lo que alguna vez fue su hogar, la muerte y la desaparición, todas las han padecido. Y por eso las lágrimas aparecen a cada momento.
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Eran 10 hermanos hijos de Sara Salazar y Eusebio Reyes, hasta que Elba Alicia, murió en el trabajo de parto hace 32 años. Olga recuerda que en aquel entonces Doña Sara, su mamá, se deprimió mucho, y solo la reconfortó el consuelo de cuidar a su nieto Misael. En el 2008, Olga, que se había mudado al Paso, Texas, y separado de los suyos desde sus 16, volvió porque el cáncer estaba a punto de arrebatarles a su hermano Eleazar, que fue hasta entonces el timón de la familia.
Después llegaron los seis asesinatos violentos: Julio César, el sobrino, y los hermanos: Josefina, Rubén, Elías, Malena y Luisa, esposa de Elías. Estas muertes los marcaron a todos. Ahora los hermanos solo son cinco: Olga, Claudia, Ruth, Marisela y Saúl, casi todos refugiados y escondidos con sus familias, o sin ellas.
Don Eusebio Reyes también murió antes de los asesinatos, pero ya tiempo atrás había dejado a los 10 hijos y a Sara con una panadería llena de deudas. Olga dice que fueron sus hermanos Eleazar, Rubén, Elías y también el pequeño Saúl, quienes sacaron el negocio adelante. Los diez hermanos y Doña Sara vivían en dos cuartos rentados.
Al paso de los años, los mismos que sacaron adelante la panadería endeudada, participaron en las luchas populares para la posesión de tierras y fueron fundadores del PRD en Guadalupe.
Según recuerda Gustavo de la Rosa, visitador de la CEDH, en aquellas luchas en los años 80´s también hubo muertes impunes: había narcotraficantes ya disputándose Juárez, y también los Reyes Salazar alzaron la voz contra lo injusto. Se consiguieron terrenos y se ganaron el repudio de varios grupos políticos y criminales.


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Las cruces de las tumbas de los Reyes Salazar que descansan en Guadalupe, fueron saqueadas. Las dejaron por las calles, frente a las que algunas vez fueron sus casas. Una en especial les recordó el odio contra ellos: el nombre de Saúl fue tallado en una nueva cruz.
Si los Reyes Salazar fueron extraídos de Juárez y protegidos por el gobierno del Distrito Federal, es porque no había condiciones que garantizaran su integridad física -por eso están escondidos-.
Las casas de Sara Salazar, Marisela, Josefina, Olga y Ruth Reyes fueron incendiadas recientemente, la última el 25 de abril, como advertencia de que no son bien recibidos en lo que alguna vez fue su hogar.
Nadie ha sido capturado como responsable y la libertad no existe para la familia
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Gustavo de la Rosa reconoce que tiene miedo. Lo dice con unos ojos azules mirando intenso, y que cargan una nobleza de mucho tiempo: es activista en Juárez desde hace 30 años. Sus labios, escondidos entre una gran barba blanca, se abren y confiesan, por primera vez en público: tiene miedo. Mucho miedo, porque la muerte y la violencia impunes le rodean.
Toca mis manos, habla con todas sus expresiones de lo que siente y agrega a su confesión: No puedo alzar la voz. Es muy difícil exigir justicia para mí. Enfrentarme a quien me quiere matar. Eso sí me da miedo.
Los relaciona con los asesinos del fotoperiodista, amigo de su hijo, Luis Carlos Santiago Orozco, que fue ultimado a tiros también en Juárez, en septiembre del 2010, cuando viajaba en el carro del activista junto con su hijo.
El ahora visitador de derechos humanos participó en otras luchas con los Reyes Salazar, y como se ha dedicado a defender causas sociales desde hace mucho, sigue opinando pese a que la Comisión de Estatal de Derechos Humanos, para la que trabaja, le prohibió emitir declaraciones a nombre de la institución.
Cree que es muy peligroso continuar en esa ciudad y entiende que para los Reyes Salazar sea imposible.
Según datos de la Procuraduría General de la República (PGR) y de la Fiscalía General del estado de Chihuahua, 306 mujeres fueron asesinadas durante 2010 en esa ciudad, con lo que el estado alcanzó el mayor número de feminicidios de los últimos 18 años. Josefina Reyes participó en varias protestas para exigir respeto a la vida de las mujeres.
Ella, que fue regidora como otros de sus hermanos, es reconocida porque fue pieza clave en el movimiento para impedir que, en 1998, el gobierno de Estados Unidos construyera en Sierra Blanca un tiradero tóxico, que sería habilitado para recibir desechos nucleares.
Ganó varias luchas y varios enemigos.


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El Ejército mexicano detuvo a Miguel Ángel Reyes en septiembre del 2009. Según un comunicado expedido por la Sedena, el hijo de Josefina estaba con José Rodolfo Escajeda El Rikín, identificado como uno de los principales operadores de La Línea, brazo armado del Cártel de Juárez.
Al Rikin se le acusaba de participar en un tiroteo iniciado en el condado de Hudspeth con alguaciles norteamericanos así como de la ejecución de Benjamin Franklin Lebaron Ray, y su cuñado Carlos Whitman Stubss, el 7 de julio del 2009, en Galeana, Chihuahua; sin embargo estos cargos no se le levantaron, él fue extraditado a EU en diciembre del 2010.
Luego de la detención de su hijo, Josefina comenzó las protestas para exigir que fuera presentado por el Ejército que lo capturó. Pasaron varios días para que la Procuraduría General de la República presentara al joven, entonces las protestas siguieron para exigir un juicio justo.
Al poco tiempo asesinaron a su otro hijo Julio César. Marisela Reyes asegura que desde entonces el Ejército comenzó el acoso contra su hermana, que fue asesinada en el poblado El Sauzal, un año después.
Miguel Ángel está en una cárcel de Matamoros, aún, a la espera de un juicio. La Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), presume en un comunicado difundido en el portal de la PGR, que el Juez Primero de Distrito en Materia de Procesos Penales Federales en Tepic, Nayarit, dictó una orden de aprehensión en su contra por su probable responsabilidad en la comisión de los delitos de delincuencia organizada, posesión de arma de fuego y cartuchos, ambos de uso exclusivo del Ejército, Armada y Fuerza Aérea. Sin embargo el Tribunal Superior de Justicia, no cuenta con registro de la causa penal y datos de que ése juez, haya participado en el proceso.
El pasado 23 de Junio, Julián Lebaron, cuestionó al presidente, Felipe Calderón, que no hubiera culpables sentenciados por el asesinato de sus hermanos, a lo que el mandatario nacional respondió que ya se tenía detenidos a los responsables, aunque por otros delitos. Pero el caso sigue pendiente, y la justicia también.


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Luego de que la familia sobreviviente se refugiara en marzo del 2011, se dio a conocer en los medios mexicanos que dentro de las filtraciones internacionales del portal Wikileaks estaba un cable firmado por un funcionario de la embajada de EU en México, John Feeley, que comentaba los vínculos del hijo de Josefina Reyes con el crimen organizado y consideraba los asesinatos de los Reyes obedecían más a esto que a su activismo.
Gustavo de la Rosa dice que en todo momento la activista pidió que su hijo fuera juzgado —y no absuelto— por sus actos.
El involucramiento de Miguel Ángel en las filas del crimen organizado fue pretexto para el exterminio impune de varios familiares más. Cuando encontraron a Malena, Elías y Luisa Ornelas, alguien dejó junto a sus cuerpos torturados un mensaje que los acusaba de ser halcones —informantes— de La Línea. Elías se estaba recuperando desde hace meses de una embolia que lo dejó en cama.
Para Gustavo los enemigos de los Reyes Salazar no solo están en un bando, porque Josefina exigía aplicar la ley en un sistema basado en la violación a los derechos humanos por criminales y gobierno.
La lucha de ellos fue tan importante contra los poderes fácticos, que llegaron a representar una esperanza para otro tipo de sociedad más equitativa y justa, sostiene Gustavo.
Ese es precisamente el problema para rescatar a México y Juárez de la violencia: comenzar a respetar los derechos humanos, suspira casi sin voz Gustavo.


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Alguien dice que la última vez que lo vio fue caminando en la calle, solo. Lo buscan hasta por debajo de las piedras pero no hay nada. Nadie vio qué pasó realmente. La gente desaparece en este país como en una película de ciencia ficción. Los familiares no pueden enterrar a sus muertos en México.
Así piensa un activista al que llamaremos Santiago.
Él considera que uno de los logros de la última de las luchas de los Reyes Salazar fue conseguir que devolvieran los cadáveres de sus hermanos y enterrar a sus muertos. Eso les costó salir de Juárez amenazados. No todos los mexicanos tienen la posibilidad de despedirse de sus seres amados; ni siquiera existe información precisa de cuántas personas han desaparecido en este país en los últimos cinco años.
Santiago forma parte de una red comunitaria de apoyo a víctimas, y por el momento prefiere mantenerse en el anonimato para hablar de lo que sabe de los Reyes Salazar; ayuda a su cuidado dentro del refugio y promueve los trámites que se están gestionando para el asilo en otro país, o en donde se pueda, de toda la familia.
Si alguien de los Reyes Salazar está involucrado en el narcotráfico, exigimos que nos muestren los expedientes, dice y mueve rápido los dedos.


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Sara Salazar, la mamá de los hermanos, buscó la justicia en la Ciudad de México. Una semana después del secuestro de sus hijos Malena y Elías, llevó un plantón frente al Senado y su hija Marisela se puso en huelga de hambre.
Enfrentó al gobernador de Chihuahua, César Duarte, que la recibió de forma improvisada, en un Starbuks afuera de un hotel en el que se hospedaba en la capital, a la que había ido de visita para pedir recursos al Congreso de la Unión.
Antes del encuentro, Sara estuvo concentrada, indiferente a la plática de su nieto Ángel quien escuchaba a Santiago, que le decía de sus ganas por aprender a hacer pan cómo el que hacía su familia en Juárez. Indiferente al tráfico que retrasó su llegada a la cita y que puso de mal humor a las diputadas federales que la acompañaban. Indiferente a la seguridad del café que no permitió grabar la plática en video, afortunadamente para el gobernador. Indiferente a todo hasta que le tocó hablar:
Yo les digo que me enseñen los expedientes de mis hijos que me los asesinaron. Están en blanco. Nomás está el levantamiento de cuerpo, y no hubo ninguna investigación.
¿Por qué? Y sus cejas diseñadas para arquear su enojo, se levantan y dirigen al gobernador.
Lamento mucho no haber tenido esta comunicación previa con usted allá en el estado. Qué bueno que la pude tener aquí. Que sepan que en nosotros tienen un aliado. Yo soy una persona abierta y sensible que no acepta que del dolor y la violencia que estamos viviendo sea víctima un chihuahuense más (.sic), le contesta, con un tono más amable que el usual, César Duarte.
Hasta el momento, y pese a que el gobernador se comprometió a hacerlo, ninguno de los integrantes de la familia Reyes, han sido contactados por el gobierno federal, o el de Chihuahua, para ser informados del estatus de las averiguaciones por los seis asesinatos de los últimos tres años.
Nosotros pedimos que la negociación fuera en el Distrito Federal. El gobernador no ha cumplido su palabra, dice Santiago.


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Los días de resguardo no han sido fáciles para los Reyes Salazar. Tienen meses sin salir libremente a la calle y con la incertidumbre de no saber cuándo se terminará su amenaza.
Santiago recuerda que las primeras 48 horas los 27 familiares, entonces resguardados, durmieron todo el día. Sólo se levantaban a comer.
Ahora conviven todos juntos. Hay que aguantar enfermedades y cambios de humor, hay que compartir espacios y penas; hay que dosificar la comida y el dinero; hay que garantizar la seguridad y la integridad física, por lo tanto las salidas y la vida son restringidas y vigiladas.
No podrán llevar una vida normal en México mientras el estado de violencia continúe, pero aún no logran recibir el asilo de otro país: son muchos, de muchas edades y distintas condiciones de vida. Varios perdieron sus documentos en los incendios de sus casas y el trámite de los pasaportes para que puedan salir del país ha sido un grave problema.
En el grupo hay un bebé, varios niños, adolescentes, madres, tíos, primos, sobrinos, nietos, cuñados y la abuela Sara de 74 años. Muchas familias están mutiladas.
Hasta el momento no hay un protocolo de atención apropiado en México para un caso de semejantes proporciones y ninguna embajada ha accedido a brindar el asilo, además de que hay que conseguir recursos para su traslado y asentamiento en el extranjero. Cada uno busca una posibilidad para sobrevivir.
Santiago dice que la comida y atenciones a los Reyes muchas veces se consiguen por donaciones de los activistas involucrados. Olga por su parte, recuerda haber tenido que acudir a sus amistades para llevarle a su familia algo de comer. Me desespera la situación, confiesa, dice que quiere trabajar y tener sus propios ingresos, pero recapacita al verse en medio de una lucha que aún no termina.
El asilo no llega. Las amenazas siguen vigentes. La impunidad prevalece. No es fácil escapar.







ALBA CALDERÓN (México). Soy periodista desde hace un par de años, y a través de mi profesión he aprendido de mi vida, y de la que no es mía también. Creo que el periodismo es una forma de entendernos, y lo practico con la intención de conseguirlo. Desde que salí de la Facultad de Ciencias de la Comunicación en Nuevo León, no he dejado de amar esta carrera.

2 comentarios:

  1. Querida Alba, gusto en saludarte, me asomé por aquí y la sorpresa muy grata. Un abrazo.

    René Zúñiga

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  2. Que difíciles momentos para la familia Reyes, mis respetos para la señora Olga y mis más sinceras felicitaciones para ti Alba, me agrada tu trabajo y el empeño con el que haces lo que amas.

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