viernes, 21 de enero de 2011

EN EL JARDÍN DE LOS PERROS

Por Fernanda Tejeda Reyes


Un día de paseo por el mundo de los canes y los distintos tipos de amor humano hacia ellos. El tema es universal: en cualquier lugar del mundo hay alguien devoto (y detractores también) de esta especie animal.





La última vez que vi a la “Vicky”, una especie de labradora anciana obesa y reina madre de la pandilla de perros callejeros que habita mi barrio, en La Florida, ubicado al sur de la capital de Chile, Santiago, estaba plácidamente dormida en la plaza bajo los faldeos de la Cordillera de los Andes. Extrañé el eterno y fiel “guau” que gritaba desde sus entrañas cada vez que me veía en compañía de mis fieles amigos: Toñito (un pequinés de 4 años) y de Pelu (mestizo de 16 primaveras).

Pero esa mañana de sábado el apestoso ejemplar de can de la calle regresó a las pistas y comenzó con su show más clásico: el de perseguirme hasta el paradero de la micro (transporte público conocido como Transantiago, casi la copia exacta del Transmilenio, creado en Bogotá (Colombia)) ladrando y a la vez, echándose en el suelo para obtener su preciado cariño en la barriga. Sin saber se tornó bastante más amorosa, como si su instinto adivinara que iría al encuentro de más ejemplares como ella, como si intuyera que el destino me guiaría a estar rodeada de animales por las siguientes horas.

Es sábado al mediodía en Santiago y se sienten los 26 grados de calor. El sol pega fuerte y el brillo que se vislumbra encandila. Ya en los pastos del Parque Bicentenario de Vitacura, una de las comunas más adineradas y con más áreas verdes de la ciudad, se vislumbra el paseo canino del país con distintos modelos, tamaños, colores y razas. Hay más o menos simpatía, más o menos agilidad, pero están todos en un lugar común: en el único canil gratuito disponible para ejercitar y socializar al mejor amigo del hombre.

Ahí hay disponibles distintos juegos para que las mascotas ejerciten sus habilidades o hagan “amigos”.

Mientras aguardo a José Manuel Leal, entrenador canino de adiestramiento, se me acerca una perra bastante simpática de raza Collie, salta y me exige caricias en su lomo, empuja mi mano con su hocico y salta como loca. Minutos antes su dueña le estuvo enseñando a saltar y caminar por una rampa.

“Sasha se llama, parece que la caíste bien”, me dice risueña Orella Muñoz, una rubia esbelta de unos 35 años.

-¿Eres periodista? (al parecer, andar con una grabadora en mano siempre nos delata, aunque nos dediquemos a otro oficio).

-Así es, le respondo.

-Ellas es parte de nuestra familia, es una hija más en la casa, dice con la voz emocionada.

Sasha es simpática y obediente. Parece una copia de “Lassie”, la perra que protagonizó (en realidad lo hizo un perro llamado Pal) sus propios programas de televisión cuando corrían las décadas de los 50 y 60’s, además de la película “Lassie Come Home”.

- ¿Te consideras un dog lover de tomo y lomo?

-¡De todas maneras!, imagínate que todas nuestras actividades como familia dependen de ella, nos planificamos el fin de semana para salir a pasear siempre en su compañía.

Yo amo a mi perro

La tendencia o concepto dog lover se ha hecho conocida en Chile gracias a un comercial de una conocida marca de comida para perros, pero su origen data de Estados Unidos, donde los fanáticos o amantes de esta raza animal, son capaces de gastarse millones de dólares por satisfacerlos con lujosas joyas Louis Vuitton o con prendas de ropa y zapatos al estilo de Paris Hilton. Su chiguagua Tinkerbell disfruta, por ejemplo, de un collar hecho especialmente para él, con incrustaciones de diamante y con un chip de localización para que su dueña sepa dónde se encuentra.

“Bueno, eso ya es harina de otro costal. Bien ridículo e innecesario, tomando en cuenta que los perros siguen siendo animales y no deben ser tratados como niños. Con esas actitudes se les falta el respeto”, opina el entrenador José Manuel Leal.

Sasha-Lassie ya no aguanta la espera de su ama y sale disparada a correr por el prado, Orella ni se inmuta, regresa como un raudo boomerang a los brazos de quien la cría a diario.

“Este el paraíso y centro neurálgico de los dog lovers, y casi todos ellos quieren tener un perro espectacular, pero esta clase amante de los perros es más sana que la tendencia actual de otros países norteamericanos. Aquí la gente trata a sus perros como animales y les gusta que ellos vengan a distraerse y a socializar”, cuenta José Manuel Leal.

Hay un labrador negro que lleva un pañuelo rojo en su cuello, como un rockero, que mientras sus dueños toman el sol de la tarde, y como la mejor travesura de su vida, se revuelca en un pozo de barro que atemoriza a quiénes deambulan por el lugar. “¡Liendres!-(me impresiona el nombre), le grita su ama, una joven colombiana. “¿Cómo se te ocurre meterte allí?”.

El perro negro rockero con cadena se revuelca aún más en el lodo, como si disfrutase de la cara de su ama. Hasta que ella logra sacarlo de ahí y lo castiga llevándoselo del lugar en el que Liendres había hecho tantas amistades perrunas.

Mientras conversamos se me acerca una cantidad de razas caninas a juguetear, oler, mirar, saludar. Hay labradores, golden retriever, salchichas, cocker spaniel, border terrier, yorkshire, poodles, boxer, sharpei. Extrañé a algún mestizo o quiltro, como son conocidos en este lugar del mundo. De hecho, dicen que podría patentarse la mezcla como la primera raza propiamente chilena.

-¿Por qué la gente le dedica tanto tiempo a sus mascotas?

- Para ser felices, argumenta José Manuel. Está comprobado que los perros producen bienestar físico y emocional, ya que se generan endorfinas.


Perros de la calle

En el mundo hay alrededor de unos 400 millones de perros callejeros (los que tienen dueño pero andan en la calle o fueron abandonados) y vagos (los que nacieron en la calle). México aporta con unos 2 millones. Colombia con unos 80.000, por ejemplo. En Chile, hay más de 250.000.

Los extranjeros suelen comentar que es triste e impactante la imagen que se ve en Valparaíso, Santiago centro, sur y norte, en los sectores populares y pobres de la capital. Según las estadísticas, por cada dos casas hay un perro. Y el 25% del total son callejeros.

En el centro neurálgico de la comuna de La Florida hay un famoso vagabundo – de unos 40 años- que ha vivido casi toda su existencia deambulando por las calles aledañas a la municipalidad. Ya es sábado en la tarde y busco a este personaje en sus lugares habituales.

Un guardia que resguarda la entrada al municipio me dice que vaya por él bajo el puente de un supermercado ubicado en la zona, un lugar frío, oscuro y solitario. Sólo se ven autos en la zona.

Bajo el puente y diviso a tres cachorros quiltros (en tonos chocolates, jaspeados con café, similares a las hienas), a su madre y un macho, que supongo debe ser el padre. Están sobre un colchón maltrecho e inmersos en un olor insoportable a orina humana y canina.

-¿Por qué molestas a estos hueones?, escucho que alguien me increpa de lejos.

-No los estoy molestando, siento importunarlo.

-Ahhhh, sapa, balbucea.

Tras ello, el vagabundo comienza a hablar estupideces y a hilar frases incomprensibles. Coge la comida y la coloca en su mano para que sus perros se alimenten de ella.
-¿Te los querís llevar hueona?, si querís lo hací pero no hueí poh.

- Está bien, me inquieto.

-Si ellos se quieren virar, demá poh, pero tú naaaa. Entre rabia y locura, llora secretamente. Yo los quiero, son míos.

Cuando comienza mi retirada, giro hacia atrás y él se recuesta junto a ellos en el sucio y maloliente colchón, destrozado por el paso del tiempo. Siento felicidad. Me convencí de que todas las personas pueden amar a sus perros de distintas formas. Lo cierto es que todos ellos quieren al mejor amigo del hombre y me sumo a eso: yo amo a mi perro.



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FERNANDA TEJEDA REYES Fernanda Tejeda Reyes (Santiago de Chile, 1983) es licenciada en comunicación social y periodista de la Universidad Andrés Bello. Ha trabajado en el diario La Tercera y actualmente se desempeña como periodista en la Gerencia de Comunicaciones de Televisión Nacional de Chile y como reportera y fotógrafa de JN Comunicaciones. Participó en el taller de Periodismo Narrativo con Juan Pablo Meneses y está en la búsqueda de seguir un camino como cronista, simultáneo a sus labores actuales.


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