domingo, 10 de octubre de 2010

DETECTIVE DE INFIELES PERUANOS

Por: Stefanie Pareja Reyna

En Lima, capital de Perú, se registran al año más de 3.800 divorcios. No se puede precisar cuántos son por motivo de infidelidad, pero existe alguien que está intentando hacerlo. Melina Paco fundó la primera empresa de detectives femeninos del Perú, DECOFE, y lleva cinco años monopolizando el mercado de las dudas y las inseguridades. El ampay más caro puede costar 700 dólares por día. A sus 24 años Melina es una exitosa empresaria que ha capitalizado el deseo tan humano de destapar la verdad.




Me veo al espejo y voy toda de negro. Camisa negra, pantalón negro, botas negras. Decido ponerme un sweater fucsia encima pues al conocer a Melina Paco, la detective más popular de Lima, no quiero presentarme como un estereotipo andante. Nuestra cita la pactamos por teléfono así que yo aun no sé cómo es ella físicamente. Me siento en una mesa del café/punto de reunión a esperarla. Se acerca una pareja de jóvenes. Ella trae el cabello cepillado, un chaleco de plumas y unas sombras amarillas en los párpados que combinan con sus zapatos tacos aguja. Una chica producida. Él es alto y delgado. Lleva una sudadera ploma y jeans con brillos alrededor del bolsillo. “No tienen la edad suficiente para ser empresarios exitosos”, pienso, así que sigo tomando mi café hasta que ella saca su celular y hace sonar al mío. Es Melina.

Todo lo que saben la mayoría de peruanos sobre detectives lo han aprendido en CSI o “La ley y el Orden”. Ni siquiera hay exitosas producciones nacionales con estos fisgones como protagonistas. El detectivismo es clandestino, aun sin quererlo, en este país. Por eso Melina de niña no soñaba con ser detective sino abogada, a pesar de que su padre quería que fuera monja. Es difícil ser joven en Lima (bueno, en todo el mundo) porque has crecido escuchando que “aquí no hay chamba” y ahora tienes que conseguir una. Dicen que la clave es apostar por el negocio propio. Pero ¿una empresa de detectives? ¿No es una idea descabellada? La rentabilidad de DECOFE después de cinco años de funcionamiento, prueba que no. “Es que cada vez hay más infieles y esperamos que la cartera de clientes aumente” dice entre risas José Luis, el novio fiel de Melina. Tal vez suceda lo mismo que con los restaurantes. Son un buen negocio porque la gente siempre va a querer comer. Y parece que cuando de parejas se trata, siempre habrá alguno que querrá sacar los pies del plato y picar de todo un poco.

“Yo empecé en este negocio por pura curiosidad” cuenta Melina quien aceptó a los 16 años una peculiar oferta de trabajo. Un amigo muy cercano a su familia, dueño de la empresa de detectives Las Águilas, tenía un caso por resolver para el que necesitaba a una pichoncita. Una colegiala que se pueda infiltrar en una escuela de clase media y juntar las pruebas necesarias para demostrar la relación amorosa entre el director del plantel educativo y una de sus alumnas del último año de secundaria. Melina pasó una semana ingresando a un colegio en el que no estaba inscrita y conversando con compañeras de clase que le confiaban los chismes más jugosos al conocerla. Ella comprobó lo audaz que podía ser y desde entonces se volvió adicta a la adrenalina. Ella podría decirse que es la versión peruana de Nikita.

Melina fue un águila por cuatro años hasta que descubrió que algunos de sus compañeros vendían datos al objetivo investigado. A raíz de eso muchos casos quedaban sin resolver y esas derrotas eran insoportables. Con evidencias en la mano le pidió al dueño de la empresa que despidiese a esos detectives vendidos y él se negó. Es entonces cuando decide renunciar a las Águilas y no volver a trabajar con detectives hombres. “No es que las mujeres sean más confiables sino que inspiran más confianza. Por eso todas mis detectives son chicas. Hasta a José Luis casi lo dejo fuera”, cuenta entre risas. Pero no lo hizo porque fue él quien la animó a forjar su propia empresa de detectives, DECOFE.

“Meli es tremenda. Ella no se rinde”, dice José Luis mientras toma la mano de la que quiere que sea su esposa pero que lo tiene esperando más de cinco años. “Meli quiere casarse con limosina y alfombra roja. Fácil gastaremos unos diez mil dólares ese día, por eso estamos ahorrando”, confiesa resignado el paciente novio.

Melina me invitó a las oficinas de DECOFE. La dirección es de esas con subdivisiones infinitas. Manzanas, lotes, etc. Tardé una hora y 45 minutos en llegar. El panorama no parecía albergar una empresa que facture en cientos de dólares la mayoría de sus trabajos. La calle no estaba bien asfaltada. Había talleres de mecánica y cevicherías. Cuesta imaginar a las señoronas limeñas o a los acartonados empresarios estacionando sus lujosos carros aquí para ir en busca de la certeza.
“A mis clientes les gusta venir hasta aquí porque ningún conocido los verá”, me explica Melina. “Son gente de mucho dinero y mueren de vergüenza al contratarnos”. Tal vez por mantener esa confidencialidad es que el letrero que identifica a la empresa es muy pequeño. Detectives Femeninas del Perú-DECOFE. Al subir las escaleras me doy cuenta que no solo estoy conociendo la empresa de José Luis y Melina sino también su hogar. Ellos viven aquí. Es un departamento de espacio reducido y DECOFE es una apretada oficinita. Hay un estante con muchas videocámaras, lapiceros y anteojos. Luego sabré que esos también son cámaras pero camufladas. Decenas de cintas, cada una registrando algún encuentro furtivo entre dos amantes. Y en el único pedacito de pared que está libre se encuentran colgando recortes de periódicos o revistas donde se menciona a DECOFE o a Melina, que viene a ser lo mismo.

“Yo superviso todos los trabajos pero ya no hago investigaciones completas porque algunas personas me reconocen en las calles. Comando anti-trampa me saludan. Es que he salido varias veces en la tele”, refiere Melina mientras me entrega un libro de 800 páginas, un material que estudió en la Primera Escuela Argentina de Detectives. En el Perú no existen lugares donde uno pueda aprender a ser detective, por eso viajó a Buenos Aires y, según leo en el índice del libro, llevó cursos como dactiloscopia y método grafométrico. Además analizó casos policiales titulados: “El cuento de la gallina”, “El cuento del tío”. Todo eso para concluir que lo imprescindible en un detective es la intuición y la paciencia. “Lo que más me llena son las investigaciones. Yo moriría feliz en un seguimiento”, dice esta aguerrida detective, aunque esas palabras le pongan la piel de gallina a su novio. Aún así, el no tiene de qué preocuparse porque en el Perú esas clases de investigaciones riesgosas son labores que le competen exclusivamente a la policía. “Los oficiales no nos pasan. Cuando les enseño mi credencial se ríen. Creen que no existimos”, dice José Luis.
Para empezar todo negocio se necesita un capital. Los seis modernos Toyota Yaris que manejan los choferes de la empresa, los GPS, las videocámaras, las microcámaras infiltradas en lapiceros y lentes cuestan mucho dinero. ¿Cómo consiguieron unos muchachos de 19 años tremenda inversión inicial? La comandante Paco lo consiguió de la misma manera como ha logrado todo en su vida: por intuición.

Hasta hace cinco años Melina creía tener cuatro hermanos. Tras una de sus investigaciones descubrió tener en total ocho. “Mi papá es un gran negociante por eso toda la vida ha estado de viaje. Un día me dio curiosidad y entré a registros públicos a averiguar sobre sus propiedades. Descubrí que tenía dos casas de las que nosotros no sabíamos nada. Ahí mismo fui a las direcciones indicadas y me di cuenta de que ambas casas tenía las mismas puertas que la mía”, dice ella como si ese dato debiera provocar en mí una hipótesis irrefutable. Pero Melina se da cuenta de que yo no ato cabos tan rápido como ella, así que me explica que el detalle de las puertas iguales significa que su padre le tiene el mismo afecto a esos hogares que al que había formado con su mamá. Una tarde abordó a los jóvenes que salían de las casas para conocer así, inesperadamente, a sus medios hermanos. “Descubrir la triple vida de mi padre fue tremendo”. Y asegura no arrepentirse de haberle dicho la verdad a su mamá aunque eso derivó en la separación definitiva de sus padres. A raíz del hallazgo su papá decidió ordenar sus bienes y adelantar parte de la herencia para sus hijos. “No sé si por la culpa o qué pero mi papá nos dio dinero. Él me ha apoyado mucho. Con lo que me regaló creamos DECOFE”.

A estas alturas debo admitir lo siguiente: Quiero ser detective. Aunque sea por un día. Quiero vestir una gabardina negra y llevar una lupa en la mano derecha. Fumarme una pipa y yo no fumo. Estos deseos son pura influencia de Robert Downey Junior. El Sherlock Holmes más cool de la historia. Le pido a Melina que por favor me permita acompañarla en un seguimiento, que no interferiré en nada, que iré calladita. Ella acepta. Pero trabajaré con José Luis y una de sus detectives.

Es viernes. 11:45 am. Un Toyota plateado se estaciona delante de mí. Subo al carro y veo que ni José Luis ni la muchacha copiloto llevan gabardina ni nada. ¡Ay Hollywood, lo que haces con nosotros! La detective de turno es una jovencita de cabello corto y espalda masculina. Se llama Fiorela. Es mujer de pocas palabras y ausente de contacto visual, al menos conmigo. José Luis explica que la labor del día es seguir a una doctora del Hospital Geriátrico de la Policía Nacional del Perú. Ella sostiene un affaire con su jefe. Un hombre gordo y tan viejo que fácilmente podría ser paciente del hospital. Los detectives tienen pruebas de esa infidelidad y ya se la han enseñado al esposo pero él quiere más. A más pruebas más probabilidades de que se quede con la custodia completa de su hijo. Estamos estacionados frente al centro médico cuando de pronto sale un Volkswagen mostaza y Fiorela exclama: “Ahí va, ahí va”. José Luis arranca el carro y empieza la persecución.

La doctora se estaciona en la Asociación Mutualista de la PNP. Minutos después llega el amante en una ostentosa camioneta 4x4. Aunque los dos se retiran del lugar por separado cuadras más abajo la mujer deja su vehículo en una cochera y sube al de él. Ahora sí seguimos a los dos juntos en un solo carro. Pasan 45 minutos y ellos siguen manejando. José Luis los ha perdido de vista unas tres veces pero como si tuviera un GPS dentro de él los vuelve a encontrar. Yo voy sentada en la parte trasera del auto muriendo de frío pues me he tenido que quitar mi chompa roja por ser de un color muy llamativo. No tengo estómago para este oficio. Las maniobras que hace José Luis con el carro no solo me ponen los nervios de punta sino que me dan nauseas. Además enterarme de que esa señora a la que sigo está traicionando a quien ha sido su esposo por treinta años, sin pensar en su hijo adolescente, agudiza mis arcadas. Por fin se estacionan frente a un parque refundido entre las calles del Callao. No bajan del carro. Se quedan conversando. Mientras los observo pienso que tal vez los amantes no solo quieren encuentros de hotel y besos apasionados. Tal vez han disfrutado de esos minutos en el carro, quien sabe, compartiendo caricias y pláticas más amigables que libidinosas. Tal vez gustan de la compañía del otro. Aush, esa infidelidad debe doler más.

Desde el medio día hasta las nueve de la noche estuve en ese seguimiento sin parar. No almorzamos ni fuimos al baño. Escuchamos muchas salsas y programas cómicos radiales. Antes de irme, trato de conversar con la detective. Ella vino de Loreto a conocer a su padre. Fue una gran decepción. “Nunca he admirado a un hombre en mi vida. No tengo padre ni abuelos. No confío en los hombres”, dice Fiorela. Luego confiesa que es lesbiana y que su madre la quiere llevar al psicólogo porque ha visto en “Mujer, casos de la vida real” que ahí pueden curar su enfermedad.

No podría hacer seguimientos todos los días. No tengo la paciencia ni el coraje. Aunque José Luis trate de convencerme diciendo que su trabajo nunca es aburrido. “Yo he visto de todo. Una profesora de kínder garden que trabajaba de bailarina en unos baños turcos, un empresario que se levantaba a un chibolo, una chica que le clavó el taco en la cabeza a la amante de su novio cuando los ampayó. Algunas mujeres se arrebatan”. ¿Tú estás condenado a serle fiel a tu novia detective? Bromeo. “Los dos. No, Meli sabe que si ella es para mí, entonces será para mí siempre” concluye José Luis. Pero Melina prefiere asegurarse de eso día a día. “Yo a José Luis le reviso hasta el último bolsillito. Uno no sabe con quién duerme”, me comenta. “Si él se va no me hará ni más ni menos. Pero sí sufriría por Sneijder Zidane”, dice la dura detective tratando de ocultar la voz de mujer enamorada tras una de madre abnegada. Sneijder Zidane se llama el primogénito de esta pareja de detectives. Y ellos esperan que el pequeño supere los logros de los que inspiraron sus nombres. Que conquiste lo que nadie espera, como eliminar al pentacampeón mundial de fútbol o que a cabezazos espontáneos defienda la honra de sus seres amados.

Dicen que descubrir una infidelidad es un dolor intenso como ninguno. Tras todo lo visto no ratificaría eso. Al parecer las dudas hieren más. Por eso tantas mujeres y hombres cuando las sospechas les carcomen el alma mientras ellos se comen las uñas llaman a Melina, la comando anti trampas. Por eso el éxito de DECOFE. Porque la gente ya no quiere sufrir el desconcierto, ya no quieren deshojar margaritas. Me engaña, no me engaña. Para qué sufrir en un mundo donde todo se puede comprar. La certeza y la verdad ya tienen un precio.








STEFANIE PAREJA REYNA (Perú, 87) Bachiller en Ciencias de la Comunicación. Quiere vivir de contar historias propias y ajenas. Cree firmemente que el escribir es la manera más justa y amorosa de expresarse. Le revitaliza conocer nuevos lugares y descubrirse ella en diferentes contextos. Odia las transiciones pero disfruta los cambios.

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