Yordi Rosado fue uno de los invitados de lujo de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2009. Con sólo 4 años en el mundo literario, se ha convertido en el autor mexicano más vendido en su país en los últimos 40 años. No obstante, este escritor tiene un defecto.
Varios grupos de estudiantes recorren los pasillos de la Feria Internacional del Libro FIL 2009. Tienen entre trece y dieciséis años, y todos llevan uniforme. Están allí como parte de una actividad académica que busca relacionarlos con los libros pero ellos prefieren matar la mañana conversando, tomándose fotos o enviando mensajes de texto desde sus teléfonos celulares.
Son las 11:30. Excepto por el Bar Corona donde dos modelos vestidas de negro, altas, coloradas, exuberantes, hacen tropezar a más de un lector boquiabierto, la FIL 2009 transcurre con absoluta normalidad. Hace un poco de frío y de fondo suena una música instrumental.
Lo siguiente ocurre con una rapidez pavorosa. Un grito de mujer da la voz de alarma. Un grito y otro más. Luego, un estrépito de pasos. Una horda de enloquecidas estudiantes se precipita en dirección del primer grito. Dentro de los pabellones, donde están las editoriales más importantes en lengua española, nadie sabe qué pasa ni a dónde corre tanta gente. Los gritos arrecian y las paredes de madera prensada de los pabellones se estremecen a causa de los empujones. Todo es confusión. Desorden.
- ¡Es él! –grita una estudiante–. ¡Dios mío, es él!
Los empleados de los grupos Santillana y Random House-Mondadori, vestidos de jeans y camiseta blanca los primeros y disfrazados de conde Drácula los segundos, bloquean las entradas por si algún cliente atacado por los nervios decidiera irse sin pagar. Los pabellones de Santillana y Random House-Mondadori están en el epicentro del disturbio, en el ojo del huracán.
- ¡Yordi, te amoooo! –grita una adolescente trepada en la plataforma de entrevistas.
- ¡Hazme un hijo, Yordi! –grita otra más audaz.
Para entender lo que aquí sucede no basta con tener 15 años o llevar los estrógenos a mil o estar cursando el colegio. Hay que ser mexicano. Corrijo: hay que vivir en México y ser adicto a la televisión. Antes de conocer a Yordi había tenido la impresión de que sólo los RBD, Luis Miguel y el hijo del Santo podrían armar alborotos así. Yordi no estaba en mi lista de posibilidades. De hecho, Mario Vargas Llosa era el único de los escritores de la FIL que, creía, podía provocar tal acontecimiento. De magnitudes inferiores, claro, y público distinto, por su puesto. En el caso del peruano, sus acosadoras serían una turba de sesentonas calenturientas sacadas de la serie norteamericana de los ochentas: Los años Dorados.
En medio de los empujones, reviso el programa de eventos de la FIL. La respuesta me aturde: Miércoles 02 de diciembre; 13:00 a 13:50; Quiúbole con…; Auditorio Juan Rulfo, planta baja, Expo; Autor: Yordi Rosado; Editorial: Aguilar. Decido conocer al famoso autor pero me resulta imposible penetrar la muchedumbre. Trato de flanquearla por el costado derecho, cuando una mujer que viene en sentido contrario me detiene:
- Ni se moleste, joven. Ya se lo llevaron.
Las primeras investigaciones ven la luz minutos después. Yordi Rosado es mexicano, comediante, figura popular de radio y televisión en México y Centroamérica. Quiúbole con…, co-escrito con la comunicadora Gaby Vargas, es su tercer libro publicado y tanto éste como los dos anteriores han tenido un éxito de ventas sin precedentes en la historia de México. No obstante, el escritor más vendido en su país en los últimos 40 años tiene un defecto: no es escritor.
No es escritor, pero publica. Y vende como tocado por Cochímetl y Ek Chuak, los dioses del comercio de los aztecas y mayas. No es escritor pero sus tres ediciones de Quiúbole con… han vendido un millón de copias en sólo cuatro años, cifra que no alcanzarían Fuentes, Monsivais, Pitol y Villoro juntos. Su libro pertenece a la moda New Age y la autoayuda, una cantera común para los escritores no escritores. Para muchos mexicanos, el Quiúbole con… es la “Biblia de los adolescentes”. Para Yordi, “el manual de supervivencia de los chavos”.
El verde es el color de la FIL y está en todas partes. En las paredes, anuncios, carteles, vallas, guías de eventos, credenciales y hasta en los servicios higiénicos. En la FIL, todo lo que se mire está salpicado de verde.
El auditorio Juan Rulfo es la sala de conferencias más importante de la FIL. Tiene capacidad para quinientas personas sentadas y otras doscientas de pie. Dos televisores LCD de 42”, instalados fuera del auditorio, son el consuelo de quienes llegan tarde. En este auditorio se llevó a cabo la ceremonia de inauguración de la 23 FIL de Guadalajara y la apertura del Salón Literario con una conferencia magistral del Nobel turco, Orhan Pamuk. Escritores de la talla de Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes han dejado el eco de sus voces en este auditorio. “El Juan Rulfo es el salón más importante de la feria, el de los privilegiados”, comenta Samuel Cortés, administrador del pabellón del grupo Santillana, uno de los más importantes de la FIL. “Lo triste es que no siempre son los que más venden”.
Samuel Cortés es un cuarentón pasado de kilos y con cara de buena gente, que empezó a vender libros puerta a puerta en el Distrito Federal desde muy joven. Con más de veinte años en el negocio, Samuel no entiende por qué la literatura está mutando en lo que denomina “libros para tontos”.
- A los chavos de ahora no les gusta pensar –me explica mientras desayunamos en el Hotel Celta, donde está hospedado–. Todo lo que dicen estos libros de autoayuda y superación personal ya lo dijo antes la buena literatura. ¿Quién puede hablar mejor de la amistad, la lealtad y el trabajo en equipo que Los Tres Mosqueteros, de Alejandro Dumas, o quién puede enseñarnos mejor acerca de la equidad y la justicia social que Robin Hood? ¿¡Quién?!
Son las 12:51 y el auditorio Juan Rulfo está repleto. Hay cerca de ochocientas personas y una mayoría abrumadora de niñas de entre doce y diecisiete años. Muchas se dan empujones para ocupar los lugares más cercanos al estrado. Un fragor de voces domina el lugar. Una “Juventud en éxtasis”, como diría el título del libro de otro escritor no escritor de quien ya casi nadie se acuerda.
Mato la espera ojeando el Quiúbole con… de Elizabeth, una chava de dieciséis años, regordeta y con acné, que me mira como preguntándose ¿y este güey qué hace aquí? Debo reconocer que el Quiúbole con… es diferente a cualquier otro libro de autoayuda que se haya publicado. Que su portada prescinda de las palabras queso, secreto, vaca, atracción, poder, chakras, cuántico, mente o neuro-programación ya dice bastante de su originalidad. El libro tiene casi cuatrocientas páginas y cuesta 199 pesos, algo así como quince dólares. Escrito con sencillez y humor, maneja un lenguaje de motivación aunque desecha los lugares comunes del New Age: “El poder sin límites” “Controla tu destino” “Domina tu inteligencia emocional”. O aquellos galimatías orientales que abundan en las estanterías de superación personal: “Sé el guardián de tu viento” “Utiliza el polvo cósmico a tu favor”.
Según Paulo Coelho, “cuando uno tiene un sueño el universo entero conspira para que ese sueño se convierta en realidad”. Tentador. Pues bien, ¿con qué sueñan los autores del género de autoayuda y superación personal cuando piensan en su futuro? Para Andrés Neuman, el escritor argentino ganador del Alfaguara 2009 con la novela El viajero del siglo, lo que la mayoría de autores de superación personal busca es la superación de sus propias cuentas bancarias. Aclara: “Toda la literatura es de autoayuda. La diferencia está en la prosa, en la estructura narrativa, en la historia contada”.
Elizabeth, mi vecina de dieciséis años, piensa distinto: “Esperaba este libro con ansias. No había leído nada tan profundo desde que leí Juventud en éxtasis, de Cuauthemoc Sánchez. Yordi sabe cosas de nosotras que ni nosotras sabíamos. Es el gran poeta e intelectual de nuestro tiempo”.
En fenómenos como Yordi, las opiniones opuestas son naturales. Los matices no existen. Las historias de amor y odio provocan un halo casi místico. Esto, habitual en la mayoría de best seller, hace que el panorama de la literatura se revele extremadamente complejo pues cada vez se somete menos a los esquemas tradicionales, a los cánones de aquello que Mario Vargas Llosa llama “la historia bien contada”.
“La literatura que domina el mercado actual no es literatura”, interrumpe Samuel como quien revela una verdad encubierta, “de la misma manera que el escritor mexicano que más vende no es escritor. Fíjate bien cuánto ha cambiado la literatura actual, que los descendientes de ese terrible conde Drácula, del irlandés Bram Stoker, hoy aparecen en Crepúsculo como adolescentes vegetarianos y jotos. Nada más falta que se echen a cantar y bailar como los de High School Musical”.
Mientras caminamos por la avenida Mariano Otero, a una cuadra de la FIL, Samuel Cortés me cuenta las proyecciones del grupo Santillana respecto de autores como Yordi Rosado o Stephenie Meyer: “Para esta feria hemos proyectado vender 6 mil Quiúbole con... y 4 mil de la saga Crepúsculo”. Le pregunto cuántos ejemplares de Mario Vargas Llosa espera vender. El peruano, uno de los escritores más serios y comprometidos con la literatura de los últimos 50 años, tiene previsto presentar su ensayo, El viaje a la ficción, sobre el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, el mismo día y en el mismo auditorio que Yordi Rosado. Samuel esboza una sonrisa y contesta: “Si llegamos a vender seiscientos libros, sumando los de toda su obra, será un éxito.”
La primera edición de Quiúbole con… se publicó en octubre de 2005 y vendió 300 mil ejemplares en sólo tres meses. Enfocado a mujeres adolescentes, el libro hablaba de temas relacionados con la sexualidad, las drogas y el noviazgo. Aquel éxito de ventas auguró a Yordi Rosado nuevos proyectos. Poco después se publicó el Quiúbole con… para hombres, con una estructura de género similar pero con el diseño gráfico a cargo de los ilustradores de Marvel, la editorial estadounidense de cómics más importante del mundo. Yordi promociona ahora la versión interactiva de aquella primera versión para mujeres, ampliada y con más colores, en donde se puede hablar de sexo y anorexia tanto como conocer los 16 tipos de hombres existentes, nuevos tips para saber cuándo un hombre te engaña y consejos prácticos para mandar a “tronar” a un “galancín”.
Mato el tiempo leyendo los rasgos del tipo de hombre número nueve, el Celoso Posesivo, cuando una de las puertas del auditorio Juan Rulfo se abre y aparece Yordi Rosado. Miembros de seguridad de la FIL forman un arco a su alrededor. Lo reconozco por la foto en la contraportada. Tiene cara chistosa: una mezcla de Chespirito y Súper Agente 86. Es delgado y de mediana estatura. Viste camisa negra remangada y blue jeans. Saluda al público con una sonrisa de “Wilo Zorro”, la caricatura del tipo de hombre número cuatro. Según el libro, el “Wilo zorro” es algo así como el súper galán: “Le da a todas, tiene muy buen verbo, su control de calidad es bajo, o sea, le tira a lo que se mueve.” Aunque a decir verdad, Yordi pinta más para “Chistosito”, el tipo de hombre número dos: “…cuando te lo van a presentar preguntas ¿es guapo?, te contestan: es súper chistoso”. El brillo inquieto de su mirada alborota a las chavas, y a unos cuantos chavos también. Yordi despierta emociones como una estrella pop contemporánea. Lejos de ser un símbolo sexual o un escritor (por lo menos en el estricto sentido de la palabra), el mexicano sabe muy bien lo que se debe hacer sobre un escenario. Graduado de licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Intercontinental, ha trabajado como productor y conductor en los programas juveniles de radio y televisión más importantes de México. Estuvo por más de diez años en el popular programa Otro Rollo, junto a Adal Ramones, y es director de la agencia de Marketing y publicidad, Medios y Producciones.
En el estrado hay una mesa con micrófono y tres ejemplares del Quiúbole con.... Yordi agarra el micrófono y uno de los libros, y, a diferencia de los demás autores de la FIL, se faja de pie los 53 minutos que dura su monólogo. El auditorio es un hervidero de emociones. De pronto, siento cómo me contagio del estado de ánimo de la gente mientras me pregunto qué tiene este Quiúbole con… que no tienen, por ejemplo, Cien años de Soledad, de Gabriel García Márquez, o Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, obras capitales de la literatura universal del siglo XX. La respuesta no tarda: “Lo padre del Quiúbole es que no le dice a los chavos qué hacer y tampoco les habla como si fuera un adulto dando lecciones. No es un libro escrito por intelectuales imaginando qué es lo que los chavos quieren saber sino un manual que busca empatía con ellos para luego darles información objetiva y buena, desde qué onda con el ligue hasta qué onda con el sexo oral”.
La conferencia se extiende unos minutos. La muchedumbre escucha atenta, reaccionando con euforia a cada palabra como si Yordi Rosado fuese un telepredicador con vocación divina. ¿Por qué decidió publicar una nueva versión del Quiúbole con...? “Una de las cosas que más nos reclamaban las mujeres, eran los tipos de hombres. Cuando escribimos el libro para hombres, nos juntamos con cincuenta chavos para sacar los tipos de mujeres. Salieron nueve. Para este Quiúbole, juntamos a cincuenta mujeres. ¿Saben cuántos tipos de hombres salieron? ¡Veintiséis! Al final, tuvimos que reducirlo a dieciséis”.
Apretados en el auditorio como sardinas, me pregunto si dieciséis tipos de hombres son suficientes para etiquetar a los casi 3 mil millones que habitan el planeta. “Este libro no se trata de lo que Gaby y yo opinamos sobre un tema. Investigamos mucho para saber qué era lo que las chavas querían saber, y luego visitamos expertos para que nos proporcionaran la información más idónea. Lo padre del Quiúbole es que toda la traducción del súper experto, más lo que investigamos y más las dudas que ustedes tenían, fueron escritas de tal manera que leerlas resultara divertido, entendible, fácil”.
Aunque Yordi comparte la autoría de las 3 versiones de su Quiúbole con la conferencista Gaby Vargas, autora de once libros de la cantera New Age (uno de ellos se titula Soy mujer, soy invencible y ¡estoy exhausta!), es él quien ha terminado llevándose la mayoría de los créditos. Sabe administrar su fama (tiene su propia página Web, yordirosado.com, y cuentas en Facebook, Twitter y Myspace), y no parece estar obsesionado con ella. Tampoco cree que la literatura de autoayuda sea un gran negocio: “Nadie se hace rico escribiendo libros”. Es como el brasileño Paulo Coelho, que lo hace por una “necesidad espiritual” aunque las ventas de sus libros le hayan dado ya una fortuna que supera los 15 millones de dólares.
Cuando habla de su libro, Yordi parece más un empresario que un escritor. Jamás revela cómo fueron sus inicios en la escritura ni quiénes sus dioses literarios, tampoco explica el porqué de la estructura narrativa y el tono escogidos, y menos hace comentarios interesantes sobre el futuro del libro impreso o la frivolidad de la literatura actual. Nada de lo que uno escucharía en las presentaciones de cualquier escritor común y corriente. Yordi es distinto: apunta directo al corazón de su mercado, al que conoce bien y al que no le cuesta trabajo conquistar. “Sabemos, por ejemplo, que a los chavos les da mucha flojera empezar a leer y encontrarse con un ensayo de introducción, así que Gaby y yo les decimos: ‘posiblemente no te gusta leer los prólogos, pero no te preocupes, nosotros nos lo saltamos’”.
El escritor no escritor termina su intervención en el Juan Rulfo con una frase que bien podría echar abajo todas las bases de la física cuántica: “Los Quiúbole nunca te dicen qué hacer. Te dicen: si haces esto pasa aquello; si haces esto otro pasa lo de acá”.
Ya en el módulo de firmas, Yordi garabatea ejemplares y posa para las cámaras fotográficas. Está como pez en el agua. El lugar rebosa de gente: quinientas personas. Quizá más. Difícil de explicar. Imposible de creer. Yordi Rosado es el autor más importante de la FIL Guadalajara 2009. Lo respaldan los números. Lo vociferan sus lectores. Lo celebra la editorial Aguilar.
2 horas después es un alivio que todo termine. Yordi desaparece por uno de los pasillos y el módulo de firmas empieza a vaciarse. Contemplo la escena inmóvil, sumido en un súbito silencio, mientras un estudiante de quince o dieciséis me mira con curiosidad de entomólogo. Me pregunto en qué punto él y yo podríamos reconocernos. Lejos del módulo de firmas, vuelvo a sentir el frío de otras jornadas. Y la música instrumental de los parlantes regresa a mis oídos como un analgésico.
RAMÓN MACÍAS CADENA (Ecuador, 1981). Estudió de periodismo y psicología. En el 2003, ingresó a los talleres literarios del escritor guayaquileño, Miguel Donoso Pareja. En el 2006, fue finalista en el Concurso Nacional del Cuento de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. En el 2007, publicó un libro de cuentos llamado La página inconclusa. Reside en Milagro. Está casado y tiene una hija de seis años.
Me encanta este trabajo. Yo estuve ahí. Más bien pase por ahi y ese alboroto me aturdió. No entendia muy bien lo que estaba ocurriendo y vi al gran Yordi, pero para ser sinceros a mi me gusta otro tipo de literatura. Sin conocer el trabajo de JPM compre su libro por un comentario que hizo en una conferencia que impartió. Y los grandes escritores nunca dejan de ser grandes a pesar de que los no escritores que publican vendan más que ellos. Los grandes escritores son para recordar, los que venden son un cuanto pasajeros.
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