sábado, 2 de enero de 2010

LOS VISIONARIOS PURÉPECHAS

Los purépechas, grupo indígena de México, han dejado de ser objeto de estudio de videos antropológicos y ahora ellos mismos son quienes realizan sus grabaciones para mostrar su cultura al mundo. Es la “mirada indígena” la que habla por ellos y no la “mirada occidental” como ellos la llaman.

por Laura Sillas


Aunque son descendientes directos de pueblos indígenas, o ellos mismos son indígenas, no visten con trajes típicos de su región. Además de hablar su lengua natal, utilizan el español y hasta el inglés para comunicarse con la gente que no es de su comunidad. Al igual que disfrutan de su música tradicional, lo hacen con un jazz o un blues que se programa en las radiodifusoras comunitarias. Ellos son los videastas o realizadores indígenas, quienes han hecho de la cámara de video un medio para dar a conocer su cultura en un mundo global que hace todo lo posible por desplazarlos.

El punto de encuentro de estos personajes es la Quinta Edición del Festival de Video Indígena, realizado en Morelia, Michoacán. Espacio que da lugar a que durante cinco días, se proyecten trabajos de cortometrajes y documentales con la temática de los pueblos indígenas.

Pero la historia de los videastas indígenas está llena de magia y folclore, rebasa la realización del festival por si mismo y es un motivo más fuerte para hablar de ellos, de sus vidas y de su forma de interactuar con la realización de videos.

En esas regiones donde las palabras prisa, premura, prontitud o rapidez no tienen cabida en la cotidianidad de las vidas de los lugareños, donde el tiempo parece detenido y da paso a la contemplación de los verdes paisajes que ofrecen los árboles de aguacate, que han consumido los bosques, porque son más rentables para los lugareños.

En esas pequeñas comunidades michoacanas, llega un agente externo que va a introducir una manera distinta a la que estaban acostumbrados a comunicarse: una cámara de video, un aparato desconocido para la mayoría de los habitantes.

Mientras los más grandes observaban con asombro la cámara de video que portaba Pedro Victoriano, los más pequeños corrían a preguntar cómo funcionaba, “para qué sirve aquél botoncito”, “vamos a salir en la televisión”, preguntaban. La última vez que vieron una cámara que grababa imágenes, fue cuando llegaron los camarógrafos de un canal de la cabecera municipal más cercana, con la encomienda de hacer un reportaje de la fiesta del pueblo.

- Así era mi primer cámara, tan grande como las que utilizaban las televisoras. Me comenta Pedro, quien porta los rasgos de la cultura purépecha con orgullo: el tono moreno en su piel, la abundancia de cabello negro y los ojos pequeños y hundidos como los de su Tata Juan, legendario compositor de pirekuas, canciones tradicionales de este grupo indígena.

Cuando tenía 20 años, con algunos ahorros pudo comprar su primer cámara de video, que aprendió a usar de manera autodidacta. Las bodas, los bautizos, las primeras comuniones, el baile del pueblo, la fiesta de los abuelos, de los tíos, todos esos festejos eran motivo de grabación; no importaba el encuadre o la calidad de la imagen, lo que valía era registrar el momento para después reunir a las familias en las trojes, que usan como sala y la vez dormitorio y poner la grabación, que duraba hasta más de dos horas.

- Ahora cuando presento un video de 20 minutos, se quedan con ganas de seguir viendo. Allá no hay prisa en la vida.

Las primeras grabaciones en video que llagaron a las comunidades michoacanas, a principios de los años 80’, servían como “videocartas”. Las imágenes captadas por la lente eran registradas en un casete con formato VHS, éste se introducía en un sobre y era enviado a los paisanos que habían emigrado a Estados Unidos. Era una forma de contarles cómo había estado la boda del tío Juan o el baile de la fiesta patronal del pueblo.

A la gente le gustaba verse en la “película de la fiesta”. No faltaban las esposas que al momento de las grabaciones se escondían, porque no querían que sus maridos que estaban fuera de casa, las viera bailando con el vecino del pueblo o con el amigo del tío “no se vaya a poner celoso y cuando regrese me golpee”, decían.

Pedro, no se conformaría con grabar las fiestas locales, en el fondo sabía que esa cámara tenía funciones que él no había explorado. Cierto día cuando hacía unas tomas en la plaza del pueblo llegó a la región un maestro de la Universidad Autónoma Metropolita (UAM), el profesor Villegas, quien se encontraba en la región haciendo labores académicas.

- Me dijo así no se filma, me enseñó los encuadres las tomas cercanas, lejanas.

Elementos del lenguaje audiovisual, hasta entonces desconocidos por Pedro, fueron incorporados a esa labor, que empezó como mero gusto y que hoy en día lo ha llevado a festivales nacionales e internacionales de video a competir con sus trabajos.

De las fiestas familiares pasó a hacer trabajos que le empezaron a encargar la gente del pueblo. No faltó el funcionario que utilizara al video como una forma de promocionar sus “logros” en el gobierno.

Un cuarto que sirve como dormitorio, es la improvisada sala de edición, que capta las primeras ediciones. En una pequeña mesa de madera está la televisión que proyecta las imágenes contenidas en el video. La grabadora que reproduce música se observa en el piso, a manera que quede cercana al editor para ir seleccionando la música que se escuchará de fondo en las grabaciones. Pedro detiene la grabación de la televisión, cambia de casete y luego retoma la música en la grabadora para que todo el video quede con música de fondo, que es alimentada con una reproductora de audio, que es donde escucha la radio su familia.

Ahora que recuerda esa forma de grabar, editar y escribir subtítulos en cartulinas de papel y que encima de todo eran compradas por presidentes municipales, la risa invade su charla y contagia a quien lo escucha.

La inquietud no paraba, con el paso del tiempo cursó algunas clases de video con cámara digital, técnicas que ha incorporado en sus grabaciones. Ahora tiene el proyecto de hacer cine. Trabaja en dos guiones, de los que prefiere no dar detalles hasta que consiga un financiamiento para consumarlos.

- Bueno no quiero platicar mucho, mejor quiero que lo vean cuando lo llegue a grabar.

Las primeras películas que pudo ver Pedro, fueron en los grandes salones, que parecían más recintos para la presentación de obras de teatro y conciertos de música clásica. Ahí se proyectaban los largometrajes de El Santo, personaje emblemático de las películas mexicanas de los 60’ y 70’, que ocuparon las taquillas por casi tres décadas.

Quién se imaginaría que aquel niño, cuyo primer contacto con el cine, fue en su infancia, cuando lograba ingresar a las salas, como recompensa por haber ayudado a cargar los carretes donde corren las cintas de las películas. Quién iba a pensar que aquél pequeño que se acomedía a cargar los carretes, haría del video un medio para dar a conocer la cultura de sus pueblos.

Su primer contacto con el uso de la tecnología fueron las clases de telesecundaria, trasmitidas en las comunidades. La televisión no era el entretenimiento para las familias de esas localidades, porque no había señal. El juego de Pacman fue lo más avanzado que tuvo a su alcance.

Hoy, la meta más cercana de Pedro es lograr que la Comisión Indígena para Tecnologías de la Comunicación en las Américas (CITCA), de la cual es secretario, obtenga su servidor para hacer un portal de Internet con la capacidad de difundir videos y programas de radio, de los pueblos indígenas del mundo. El objetivo es lanzarlo en octubre de este año, será el primer portal global indígena. La idea es que llegue a ser una plataforma de radiodifusoras y video por Internet, entre otras alternativas.

¡Jarhimajtitsini! (Nos envistieron) es el video que Pedro Victoriano presenta en esta Quinta Edición del Festival de Video Indígena. No es el primer foro donde se exhibe, ya fue visto en Washington, Colombia y Brasil. La gente de estos últimos dos países entiende el tema y se siente identificada.

Hace una denuncia del quebranto que vive la religión traída por los frailes franciscanos, no es algo que sólo ocurra en las localidades michoacanas. Denuncia esa embestida cultural que aqueja a las comunidades por la influencia de la gente que emigra de su pueblo y luego regresa con otras formas de vida.

Y el financiamiento, cómo lo consigo
El financiamiento para la realización del video indígena es escaso y poco flexible para las necesidades creativas de los videastas. Por ejemplo, hay instituciones como la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), que dan apoyos por montos de hasta 50 mil pesos, para hacer videos con una duración mínima de 27 minutos y quienes quieren hacer un trabajo con una duración menor, no pueden ser sujetos a este financiamiento.

Los apoyos de casas productoras que se solidarizan con la labor de los videastas, también son fuente de financiamiento. Una vez que se consigue el apoyo, el proyecto se tiene que ajustar al presupuesto obtenido.

En el caso de las historias de ficción que requiere la presencia de actores o de la participación de la gente de las comunidades indígenas, se hace de manera voluntaria sin ninguna retribución económica. La disposición de la gente para participar nunca ha sido un obstáculo, siempre están dispuestos a colaborar.

Festivales, una oportunidad de difusión
Los festivales de video indígena en México son el inicio para motivar la continuidad de este trabajo. Para fomentar la capacitación que requieren los habitantes de estas comunidades, que están haciendo del video una forma de hacerse presentes en este mundo global.

Los realizadores de video indígena, también han participado en festivales internacionales, como el Native American Festival en Nueva York. El internet es una forma de enterarse de las convocatorias para participar en ellos. Envían sus trabajos y si son seleccionados, se aventuran a participar.

El diálogo con el público es una retroalimentación necesaria, hay desde quienes buscan los mejores elogios para comentar los trabajos, hasta los que se empeñan en buscar los errores desde su particular punto de vista.

“Aquí en México hay un público que se pregunta cómo un indio va a hacer cine. No lo pueden concebir. O dicen bueno sí, el trabajo de los videastas indígenas y hasta ahí se quedan. Pero también hay públicos o críticos de otros países, que dicen tu trabajo es igual que el que hace un cineasta alemán o italiano, no lo ven como el trabajo de los indios”. Me platica el realizador de video indígena Pavel Rodríguez, con el entusiasmo que anima su charla, al hablar de su trabajo.

Y la ficción
Las historias de ficción, es un terreno que ha sido poco abordado en las temáticas que llevan a los indígenas a mostrar su cotidianidad ante la cámara. Pavel es uno de los videastas que ha hecho ficción a través de las leyendas que hablan de los dioses, la cosmovisión del pueblo purépecha en la época prehispánica. El sacrificio humano, todo visto desde una perspectiva mítica

Por ejemplo, los presagios que tuvieron los purépechas antes de la llegada de los españoles, es el último trabajo de Pavel. Su formación como historiador, ser descendiente de purépechas y sus lecturas cotidianas basadas en la historia de los pueblos indígenas, son las que alimentan los temas de sus guiones.

Al estar hablados en la lengua purépecha crea un vínculo de identidad entre las comunidades donde es proyectado. La gente se identifica con las narrativas, la presencia del fuego, el culto a la naturaleza y los rasgos físicos de los actores, crean un puente de identidad entre los nativos y las imágenes.

- Cuando hago los guiones, los hago pensando en la gente purépecha, quiero que se identifiquen con mi trabajo. Pienso en la reflexión que puedo dejar en ellos.

Cierta tarde, en un atrio de una iglesia de la comunidad de Santa Fe de la Laguna, en Michoacán, iniciaba la proyección de un cortometraje realizado por Pavel. A lo lejos unos niños de la comunidad jugaban. Al escuchar la narración en purépecha, interrumpieron su juego para abrirse paso entre la gente, que ya se encontraba sentada y como pudieron llegaron hasta adelante, se sentaron en el piso para ver las imágenes que comenzaban a pasar.

Al principio la narración en su lengua natal, fue lo que llamó la atención de los pequeños, pero una vez que vieron las imágenes en un contexto prehispánico, que hablaba de los presagios que tuvo el pueblo purépecha antes de la llegada de los españoles, lejos de desanimarse por no tratarse de películas animadas, al contrario se sintieron más atraídos al ver a la gente con rasgos físicos como los de su comunidad estaba siendo representada en esas imágenes. Al final de la proyección querían ver otro video.

Para transmitir el mensaje que se quiere presentar en el cortometraje, el proceso de sensibilización con la gente se hace con reuniones previas, se realizan pláticas donde Pavel expone cuál es la idea del guión. Por tratarse de gente que no está familiarizada con ambientes de grabación, se les explica cómo son estos ambientes, se les lleva una cámara de video para que se estén viendo en ella.

- Yo digo que hasta el actor más experimentado, no deja de tener cierta intimidación al ver la cámara. Pero este no ha sido problema, al contrario la gente se identifica con los personajes y los hacen con mucha naturalidad.

Raúl Maximo, uno de los pioneros en Michoacán en realizar video indígena, comenta que los videos indígenas buscan plasmar la mirada indígena en sus contenidos. Son los habitantes del pueblo quienes comparten su forma de ver la vida, alejándose de influencias externas, buscando crear su estilo con su propia concepción de la vida.

Me explica que en la mirada indígena existe un narrador, que es miembro de la comunidad y habla a nombre de la experiencia de toda la colectividad. A diferencia de la mirada occidental, que es individualista y el personaje principal está aislado.

Los avances de la tecnología, no intimida a los realizadores de video indígena, al contrario la inquietud de llegar a hacer cine está latente. “Pienso que cada día se abre más la posibilidad con el cine digital, es más accesible a aspirar a hacer un largometraje. Algún día espero hacer un largometraje, hablado en purépecha”, dice Pavel.

La idea de conformar un colectivo o un grupo que integre a los videastas purépechas, se vislumbra como un sueño aún lejano, pero no imposible.


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